El Gobierno Del Presidente Boric Cierra El Siglo XX En Chile

0
1202
  • *Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quien la emite y no representa necesariamente el pensamiento de 360 Noticias.

por Roberto Ávila Toledo

El gobierno del presidente Boric tiene serias debilidades: carece de claridad de propósitos, su capacidad de gestión es muy modesta, no tiene la firmeza necesaria contra la corrupción y, por último, tiene hasta un poco de mala suerte.

Pero todo esto no es accidental. Desde un punto de vista histórico, las cosas pueden explicarse con cierta facilidad.

Este gobierno es el último en el marco del siglo XX, siglo que en Europa fue corto pero en Chile es largo.

Durante el siglo XX, la gran confrontación fue entre una izquierda hegemonizada por el modelo comunista soviético y el capitalismo encabezado por Estados Unidos.

La izquierda nunca tuvo antes de la revolución rusa un modelo determinado de sociedad que se pudiera llamar socialista, tan solo Federico Engels dio unas pinceladas muy generales.

El socialismo surgió como expresión concreta de creación de una nueva sociedad en la Rusia de los zares que era una sociedad políticamente muy atrasada, que no había tenido nunca una experiencia de desenvolvimiento republicano o democrático. A lo que se sumaba su atraso económico donde recién se estaban extirpando instituciones medievales que campeaban en esa sociedad agrícola.

La izquierda solo había tenido la experiencia del poder en la comuna de París en circunstancias extraordinariamente adversas. Pero cómo allí así había una tradición democrática, las medidas que se adoptaron tuvieron un rasgo claramente republicano y democrático. Con todo, esa experiencia no fue determinante en la construcción teórica, pues duró tan solo dos meses.

El modelo soviético nos proponía partido único, economía centralmente planificada, todo el aparato productivo en manos del Estado y el papel dirigente de la Unión Soviética a nivel mundial.

Todo esto en el marco de lo que se denominaba dictadura del proletariado, pero que terminó siendo la dictadura del partido y en ocasiones la dictadura del jefe del partido.

A este modelo se opusieron diversas fuerzas de izquierda en el mundo.

En Chile, el socialismo cuya expresión orgánica fue la creación del Partido Socialista en 1933 se planteó básicamente como una crítica a la experiencia soviética y como una reivindicación a formas democráticas y a la ampliación hacia sectores medios de los propósitos del socialismo.

Esto se teorizó a mediados de los años 50 como la República Democrática de Trabajadores, pero nunca se avanzó en la construcción y profundización de estas ideas y conceptos.

Además, la alianza electoral y política con el Partido Comunista terminó con la adscripción implícita al modelo soviético. Se planteó también -debe decirse- una sintonía con el tercerismo de Tito en Yugoslavia y con la naciente revolución cubana. Lamentablemente esta última derivó, por circunstancias que sería largo analizar, hacia formas soviéticas de construcción del socialismo.

La renovación socialista de los 80, que tiene su origen en el conocimiento directo de los socialismos reales de los socialistas en el exilio, formuló la negación del modelo de construcción comunista del socialismo, pero nunca formuló una utopía, tan solo una vaga alusión al allendismo.

La generación que actualmente gobierna surgió viendo una izquierda claudicante en el gobierno y una izquierda autoritaria y estéril en la oposición que a la larga terminaría también capitulando.

La izquierda pre-Frente Amplio no tenía ya un proyecto y una utopía y eso no era pura debilidad subjetiva.

Esta joven generación no recibió una utopía que tan imprescindible es para hacer política cuando se quiere cambiar un orden de cosas.

Esto explica que hoy día naveguen en el poder sin claridad de propósitos y que el presidente diga que en ocasiones repudia el capitalismo y se plantea su transformación, pero que no tiene claro lo que quiere instalar en su reemplazo.

Hace poco, en medio de esta orfandad ideológica y doctrinaria, escuché decir a una importante dirigente de la izquierda chilena que su definición era la social democracia.

Esto es olvidar que esa propuesta política floreció en Europa acorralada por el fascismo y el autoritarismo soviético, y que quizás ello les hizo buscar refugio en el Imperio norteamericano, lo que marcó su derrotero político hasta el día de hoy.

Chile y América Latina tienen otra realidad, otra historia que no se pueden olvidar ni desaprovechar.

Allende, el que condenó la invasión soviética a Checoslovaquia y solidarizó con Vietnam, es algo más que un par de lentes puestos en un afiche.

El gobierno del presidente Boric, si llega a fracasar, no está poniendo en riesgo a la izquierda del futuro, está cerrando, quizás sin darse cuenta, el ciclo de la izquierda chilena del siglo XX.

La izquierda del siglo XXI tiene que aprender del siglo XX. Y de lo que más se aprende es de los errores.

No se debe despreciar, y mucho menos ahogar, la iniciativa y la voluntad creadora de las personas. Querer aumentar el patrimonio propio no es algo malo per se; la economía es la base de todo, y no se construye justicia social gastando más de lo que ingresa. Hay que pensar primero en cómo producir más antes de ponerse a distribuir, que al fin y al cabo se termina distribuyendo la pobreza. El Estado no es necesariamente justo, el Estado lo componen hombres que tienen sus propios propósitos; observemos el desastre que tienen en Codelco y Enami. La democracia es un valor en sí mismo; los abusos del autoritarismo y el poder total pueden un día golpear tu propia puerta. La ley es el refugio de los débiles; la verdad tiene un valor universal. Chile necesita un modelo de desarrollo; nuestro país no crecerá ni será más justo a partir de la improvisación.

La izquierda se construye a partir de una filosofía política que debe aspirar a ser hegemónica en la sociedad. Cuando las ideas de la izquierda deben ser defendidas por ministerios de la verdad y por servicios de inteligencia, la causa está perdida de antemano.

Las ideas centrales de la izquierda que son la justicia social la solidaridad y la libertad prevalecerán no podrán ser destruidas, pero deben ser formuladas a partir de un aquí y ahora.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí