El Club de las Teorías Absurdas: Piñera “Maduro mandó a quemar el metro” Boric: “Diosdado mandó asesinar”

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por Jorge Gálvez (Coordinador Nacional del Mov. Soberanistas)

Chile parece haber desarrollado una afición peculiar: cada gobierno que llega a La Moneda inaugura su propia teoría conspirativa, siempre con un villano internacional a la medida. Es como si los mandatarios tuvieran un manual secreto titulado: “Cómo desviar la atención de los problemas reales y culpar a Venezuela”.

Acto I: Piñera y el “quemador de metros”
En 2019, con las calles ardiendo de rabia y las cacerolas retumbando como sinfonía nacional, el expresidente Sebastián Piñera decidió que las desigualdades del modelo neoliberal no eran la causa del estallido social. No, señor. El problema, según él, venía directamente de Caracas. Piñera, convertido en detective internacional, nos explicó que Nicolás Maduro había enviado comandos incendiarios para quemar el metro de Santiago. ¿Pruebas? No importan. Lo esencial era el espectáculo.

Pero la trama no se quedó ahí. Piñera no solo le declaró la guerra a un supuesto escuadrón de piromaníacos bolivarianos, sino que utilizó esta fantasía para justificar una brutal represión y alinearse con los intereses de Estados Unidos. Como buen alumno del imperio, reconoció a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, un hombre que, para coronarse, no necesitó votos, ni actas, sino una plaza y un micrófono. Además, Piñero organizó actos terroristas en Cúcuta contra la soberanía venezolana. Al final, todo el esfuerzo solo sirvió para deslegitimar a Piñera y llenar a Chile de memes sobre su teoría de la combustión espontánea chavista. Otra historia es la enorme migración que incentivó para Chile, entre ellas las bandas criminales que hoy devastan Chile.

Acto II: Boric y la telenovela de Diosdado
Avancemos al presente. Ahora es Gabriel Boric quien ocupa el sillón presidencial, y aunque prometía ser distinto, ha demostrado que la originalidad no es su fuerte. Inspirado por su predecesor, Boric decidió que su turno en el Club de las Teorías Absurdas debía estar a la altura. Así, frente al asesinato de Ronald Ojeda, ligado al Tren de Aragua, Boric no encontró mejor explicación que señalar a Diosdado Cabello, ministro venezolano y, al parecer, un “genio del mal” que desde Caracas dirige con su “Mazo” cada movimiento de sus “celulas dormidas”.

La evidencia detrás de esta joya narrativa es digna de un mal trailer de Netflix. Todo se basa en las declaraciones de un narcotraficante detenido y que reside en Estados Unidos, quien, en un evidente intento de salvar su pellejo, ahora es la nueva estrella de los guiones escritos en Langley, Virginia (sede de la CIA, para los desinformados). En Chile, los fiscales, con más ambición mediática que ética profesional, se subieron al tren (de Aragua, por supuesto) sin importarles que las “pruebas” tengan menos sustancia que un tuit de Maite Orsini.

Una política internacional de memes y rumores
Lo más preocupante no es la ridiculez de estas teorías, sino la seriedad con la que Boric y su ministra del Interior, Carolina Tohá, las presentan. Al parecer, nadie en el gobierno ha leído ni siquiera un mal libro de espionaje, porque si lo hubieran hecho, sabrían que los encargos de asesinato no se hacen con un whatsapp de un ministro a un lumpen delictual. Pero no, Boric parece confiar más en las redes sociales y en las recomendaciones de sus seudos “asesores” que en la lógica básica.

¿Es mucho pedir que alguien en Palacio advierta al presidente que está haciendo el ridículo en público? ¿Nadie en su equipo tiene el coraje de decirle que una teoría conspirativa, al menos, necesita parecer plausible? Si Piñera tenía su villano en Maduro, Boric encontró en Diosdado Cabello un comodín para seguir la tradición.

Al final, ambos gobiernos parecen haber tomado la misma receta: culpar a Venezuela, inventar historias rocambolescas y olvidarse de los problemas reales. Mientras tanto, las desigualdades que encendieron el estallido social en 2019 siguen ahí, más vigentes que nunca, y las bandas criminales, lejos de reducirse, operan con total libertad en un país que, entre teorías absurdas y complicidades, se ha quedado sin rumbo.

Quizás el próximo presidente ya esté escribiendo su propia teoría conspirativa. Tal vez la próxima vez sea al estilo del dicho de la esposa de Piñera, Cecilia Morel “una invasión alienígena” bolivariana el culpable. Total, de la clase política chilena todo puede pasar.

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