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“Pero que la mona se vista de seda, mona se queda”
(360Noticias) Mientras millones de chilenos lidian con pensiones miserables, listas de espera en salud pública y alzas en el costo de la vida, el Ejecutivo derrocha más de $3,8 millones en maquillaje y peinado para la foto oficial de la Cuenta Pública, informó el medio Radio Biobío.
En un país donde los recursos públicos deberían estar destinados con máxima responsabilidad para enfrentar urgencias sociales —como el colapso del sistema de salud, el déficit habitacional o la creciente inseguridad en las calles—, el Gobierno del Presidente Gabriel Boric opta por priorizar la imagen. Según una orden de compra publicada en el portal de Mercado Público, La Moneda desembolsó $3.816.838 en maquillaje y peinado para la fotografía oficial de la Cuenta Pública 2025.
El gasto incluyó al mandatario y a sus 23 ministros, lo que equivale a $159.035 por persona, solo por estética. ¿La empresa contratada? Sello Tocadiscos, una productora que se presenta como “una plataforma discográfica y creativa enfocada en la música, el arte y la cultura”. En otras palabras, una empresa sin trayectoria evidente en servicios de maquillaje profesional para eventos institucionales, lo que abre dudas legítimas sobre los criterios de contratación y la seriedad del gasto.
¿Maquillaje antes que salud? ¿Peinado antes que seguridad?
Mientras en hospitales de regiones hay personas esperando meses por una atención médica, y mientras crece la percepción de inseguridad en los barrios populares, el Ejecutivo gasta millones en una fotografía. Mientras los adultos mayores sobreviven con pensiones por debajo del salario mínimo, en La Moneda se preocupan de lucir bien peinados para la prensa.
Este derroche revela una preocupante desconexión del Gobierno con la realidad que viven millones de chilenos, y pone en entredicho su discurso de austeridad, igualdad y empatía con el pueblo.
No es la primera vez que se destapan gastos cuestionables desde el Ejecutivo, pero sí resulta particularmente ofensivo en un contexto donde el costo de la vida sigue subiendo y el Estado parece incapaz de responder a las verdaderas prioridades ciudadanas.
La frivolidad institucionalizada no solo ofende; es un reflejo de cómo una elite política —independientemente de su color ideológico— termina atrapada por el culto a la imagen y el espectáculo, en desmedro de una gestión pública austera, eficiente y comprometida con las necesidades reales del pueblo.