Por Félix Madariaga L. (Periodista)
La intervención de Estados Unidos en los conflictos políticos, económicos y sociales alrededor del mundo, no es algo nuevo ni desconocido, tampoco lo es la invención de noticias e informaciones que les permitan actuar impunemente – tristes ejemplos son Siria e Irak – y aunque sus acciones han sido cuestionadas internacionalmente, puesto que ellas han dejado huellas indelebles para enteras poblaciones, estos ataques e invasiones nunca han recibido una sanción penal u otro tipo de castigo como el que recibió la Alemania nazi, cuyos jerarcas y represores son perseguidos hasta el día de hoy.
Pero lo asombroso, que ya no debería asombrarnos, es que a pesar de los cuestionamientos de la comunidad internacional y el daño y muerte que han ocasionado, no deja de sorprendernos la decisión de Estados Unidos, cuando el 4 de noviembre de 2023, en la Asamblea General de la ONU, su votó se opuso a la ¨Resolución contra la glorificación del nazismo¨, que es presentada desde 2005 y cada año por la Federación Rusa, la que expresa, entre otras cosas, la preocupación por el crecimiento y aumento de los grupos neonazis y por los tributos a personas que lucharon junto a la Alemania de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Las razones de Estados Unidos y su voto adverso dan para otro artículo.
La actitud ¨negacionista¨ y ¨maquiavélica¨ del imperio del norte es abierta y clara, protegidos por una histórica impunidad, por un actuar sin consecuencias. Así ha sido su historia pasada, su presente apoyo a Ucrania y quién nos podría asegurar que no será así en el futuro. Ejemplos sobran, la bomba atómica contra Japón que lanzaron sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en 1945, las devastadoras acciones contra el pueblo de Vietnam, los años 60 y 70 en América Latina, instalando dictaduras militares que dejaron una huella de horror que jamás se olvidará, su incursión en los años siguientes en Afganistán, Panamá, Irak, y todo en nombre de una ¨libertad y democracia¨ de las que se han declarado unilateralmente los defensores universales.
En Chile, el año 1973, Estados Unidos financió el golpe de Estado, quebrando la democracia de un país que vivía pacíficamente nuevos procesos sociales y políticos, buscando mejorar las condiciones de vida de un pueblo pobre y oprimido durante siglos. Las amenazas de lo que podría significar para sus intereses en el resto del continente la llegada de un Presidente como Salvador Allende, los obligó a no escatimar esfuerzos para derrocarlo, dejando truncos los grandes anhelos de justicia de todo un País. Han pasado 50 años y aún no encontramos 1093 detenidos y detenidas desaparecidas, tenemos miles de ejecutados y ejecutadas políticas, familias separadas por el exilio y muchos hombres y mujeres que caminan por las calles de Chile con las secuelas de las torturas que cometieron en nombre de la libertad. Esta es la verdad detrás de la intervención estadounidense en los asuntos internos de Chile. Incluso con la verdad frente a nuestros ojos, y miles de documentos desclasificados que confirman su brutal participación, no ha habido de parte de ellos ningún gesto, ni de pedir perdón ni de reparar el daño causado.
El genocidio tiene dos elementos principales. Los actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como total. Han de cometerse al menos uno de los cinco actos específicos para que tenga lugar la destrucción del grupo: la matanza de miembros del grupo, la lesión grave a su integridad física o mental, el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que acarrean su destrucción física, total o parcial, las medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo, o el traslado por la fuerza de niños y niñas de un grupo a otro grupo. Convención para la prevención y sanción de genocidio de Naciones Unidas)
Abiertamente Estados Unidos ha desafiado rotundamente estos conceptos a través de la historia, el mundo no puede olvidar el ataque a Japón en 1945, en Hiroshima vivían cerca de 350 mil personas ese fatídico 6 de agosto, los registros de ese año hablan que la bomba mató unas 140 mil personas, miles murieron después producto de las secuelas de la radiación de la bomba. Tres días después, Estados Unidos lanzó otra bomba atómica sobre Nagasaki, el 9 de agosto de 1945, matando instantáneamente a más de 75.000 personas. Japón se rindió seis días después, el 15 de agosto, poniendo fin a la agresión. Militarmente el ataque fue innecesario, Japón ya estaba vencido. Acorralado en su propio País, sin recursos era sólo cuestión de tiempo para que se rindiera. Se habría podido evitar la muerte de miles de civiles inocentes.
El negacionismo de Estados Unidos es un fenómeno que golpea la memoria de todas sus víctimas. Nunca han pedido perdón, nunca se han hecho responsables por la destrucción de ciudades completas, por las consecuencias económicas de esa destrucción, por los millones de muertos, huérfanos y desplazados. Por los países que de rodillas y sin recursos intentan ponerse de pie.
Y entonces qué podemos esperar? Seguiremos viviendo a merced de sus estrategias y decisiones? Seguiremos viviendo con miedo a volvernos uno de sus objetivos? Para aquellos que les gusta ver el vaso medio lleno, podrán esperar que la diplomacia y las organizaciones internacionales, finalmente se pongan los pantalones largos y tomen acciones que detengan la prepotencia e impunidad con la que actúa el imperialismo norteamericano, para quienes vemos el vaso medio vacío, sólo podemos esperar en que surja y se fortalezca la organización de los pueblos, se generen instancias autónomas de justicia, capaces de perseguir los crímenes de lesa humanidad que han cometido. Estamos lejos, pero no vencidos.