El feminismo liberal está en bancarrota. Es hora de superarlo

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360 Noticias iniciará la publicación del “Manifiesto de un feminismo para el 99%“, con el propósito de ir dando a conocer la llamada “Teoría Unitaria”, que entiende las relaciones patriarcales subsumidas al capital. El patriarcado no es un sistema autónomo y ajeno al capitalismo. Por tanto, es la rotación del capital la explica la actual opresión de la mujer, de esta manera, este feminismo es anticapitalista, clasista, antimperialista, internacionalista y con perspectiva socialistas. Su principal exponente es la feminista marxista Cinzia Arruzza.

Cinzia Arruzza (Manifiesto de un feminismo para el 99%)

Tesis 2

Sin embargo, los medios de comunicación dominantes continúan equiparando el feminismo como tal con el feminismo liberal. Pero lejos de aportar la solución, el feminismo liberal es parte del problema. Concentrado en el Norte global entre el estrato profesional-gerencial, enfoca la mirada en el leaning-in y en la ruptura del «techo de cristal». Orientado a propiciar que un pequeño grupo de mujeres privilegiadas ascienda en la escala empresarial y en los rangos del ejército, propone una visión de la igualdad centrada en el mercado, que encaja perfectamente con el dominante entusiasmo empresarial por la «diversidad». Aunque condena la «discriminación» y aboga por la «libertad de elección», el feminismo liberal se niega rotundamente a hacer frente a las restricciones socioeconómicas que hacen que la libertad y el empoderamiento sean inaccesibles para la gran mayoría de las mujeres. Su objetivo real no es la igualdad, sino la meritocracia. Más que intentar abolir la jerarquía social, busca «diversificarla», «empoderando» a mujeres «talentosas» para que lleguen hasta la cima. Al tratar a las mujeres simplemente como un «grupo subrepresentado», sus promotoras buscan asegurarse de que unas pocas almas privilegiadas puedan alcanzar posiciones y sueldos en nivel de igualdad con los hombres de su propia clase. Por definición, las principales beneficiarias son aquellas que ya poseen considerables ventajas sociales, culturales y económicas. Todas las demás quedan varadas en el sótano.

Totalmente compatible con una desigualdad galopante, el feminismo liberal subcontrata la opresión. Consigue que las mujeres con cargos directivos puedan alcanzar sus metas (lean in) precisamente porque ese liberalismo les permite apoyarse (lean on) en mujeres migrantes mal pagadas a las que subcontratan para la prestación de los cuidados y el trabajo doméstico. Falto de sensibilidad ante la clase y la raza, une nuestra causa al elitismo y al individualismo. Al estimar el feminismo como un movimiento «independiente», nos asocia con políticas que van contra la mayoría, y nos aísla de las luchas que se oponen a esas políticas. En resumen, el feminismo liberal le da al feminismo mala reputación.

El ethos del feminismo liberal converge no solo con las costumbres empresariales, sino también con las corrientes supuestamente «transgresoras» de la cultura neoliberal. Su romance con el progreso individual impregna igualmente el mundo de las celebridades de los medios sociales, que también confunde el feminismo con el ascenso de la mujer individual. En ese mundo, el «feminismo» corre el riesgo de convertirse en trending hashtag y en vehículo de autopromoción, puesto en marcha no para liberar a la mayoría, sino para elevar a unas pocas.

En general, pues, el feminismo liberal proporciona la coartada perfecta al neoliberalismo. Al encubrir políticas regresivas bajo un aura de emancipación, hace posible que las fuerzas que apoyan al capital global se presenten como «progresistas». Aliado de las finanzas globales en los Estados Unidos, a la vez que proporciona cobertura a la islamofobia en Europa, este es el feminismo de las mujeres con poder: las gurús empresarias que predican el lean in, las femócratas que presionan por el ajuste estructural y el microcrédito en el Sur global, y las políticas profesionales en traje chaqueta que cobran honorarios de seis cifras por dar conferencias en Wall Street.

Nuestra respuesta al feminismo del lean in es el feminismo de la reacción activa (feminismo del kick-back). No tenemos ningún interés en romper techos de cristal y dejar que la gran mayoría limpie los vidrios rotos. Lejos de celebrar directoras generales que ocupen las oficinas con mejores vistas, queremos deshacernos de ellas y de esas oficinas prestigiosas.

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