por Arévalo Méndez (Embajador de Venezuela en Chile)
Si se consolida una estructura sólida del BRICS en lo económico. Si sale airosa en el racional, posible y necesario proposito de desplazar al dólar como moneda hegemonica estaremos, sin duda, entrando en un mundo que sino totalmente diferente al actual tutelado por Washington, mundo vilmente tratado por el sistema capitalista unipolar y unicéntrico, al menos despierta el entusiasmo que le da sentido al lema de otro mundo posible.
Si logran, los países BRICS afincar las raíces de un proyecto compartido, recuperando y construyendo soberanía plena sobre los recursos naturales, cooperando entre sí, sin imposiciones ni neocolonialismos, esta, nuestra generación tendrá la satisfacción de haber visto y vivido una época definitivamente revolucionaria.
Con recursos naturales, entendimiento, inteligencia, ganas de progresar y soberanía, los BRICS ofrecerán a la humanidad la oportunidad tan esperada.
Y si occidente no se acoge a esta nueva realidad e intenta conflictuar para regresarnos a sus dominios habrá obvia reacción. Incluso porque no pensar en un nuevo sistema de multilateralismo construido desde y para el mundo en desarrollo.
Una ONU de nuevo signo? Es posible?. Viendo el contexto geopolítico actual, generar fuerza económica, política, social, tecnológica multicéntrica y multipolar será muy difícil si la ONU sigue entrampada en la idea de un insalvable sistema bajo la hegemonía de Washington y Estados adláteres.
Occidente obviamente no aceptará tan radical cambio. Las economías provenientes de la acumulación por despojo se rebelarán y acudirán a las armas, la historia lo grita y lo alerta.
Los frentes que occidente ha abierto contra Rusia, Irán, Palestina, Cuba y Venezuela constituyen claras manifestaciones de una parcialidad geopolítica encabritada en conceptos y acciones acercando al mundo a una peligrosa actualidad que aterriza en una peligrosa crisis fogoneada por las visiones políticas egoístas y amenazantes contra naciones renegadas a aceptar este mundo diseñado para asegurar la hegemonía del capital frente al derecho de vivir en paz.
No es posible pensar en un mundo en el cual la humanidad sea más humana si se parte de la premisa muy usamericana del conflicto inevitable entre civilizaciones adobado con conceptos tan crueles y virulento como el de la autoasumida “excepcionalidad” de una nación y de la prevalencia del “ejemplo” que se nos enrostra con Hiroshima y Nagasaky.