Un pronóstico para las elecciones: “los chilenos no somos tontos”

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Roberto Ávila (Abogado de DDHH)

El promedio de votos nulos ha sido de 80.000 por elección, es decir, algo más del uno por ciento, solo en la última elección parlamentaria y en la municipal de 1997 las cifras estuvieron muy por sobre estas.

En esta ocasión hay importantes sectores que están llamando a votar nulo, como una forma de repudiar un proceso constitucional, que tiene por principales características: la mutilación de la soberanía popular y grandes consensos en la casta política, esto no es sino la continuidad de un consenso básico sobre la mantención del modelo neoliberal, al que en el último gobierno se han incorporado también fuerzas que durante mucho tiempo se habían atrincherado en la resistencia al modelo.

En Chile se ha formado una casta política parasitaria, que se desprende y olvida su representación social, y en definitiva solo busca establecer simples privilegios de casta, en la que toda disputa política, no es otra cosa que la lucha por el reparto de las prebendas que vienen desde el Estado, o de los beneficios que estos pueden otorgar a su militancia, que desprovista ya de doctrinas, ideas e ideologías no es sino una clientela.

Esto ha quedado muy claro para los ciudadanos, es por eso que a pesar de no existir un partido de envergadura nacional o fuerzas sociales de igual envergadura, que promueven el nulo, todo indica que este aumentará sustantiva y significativamente.

La historia como diría Hegel, siempre se repite, cuando las clases dominantes no atienden la voluntad popular y por el contrario quieren usurparla, esto termina en grandes erupciones sociales.

Los chilenos no tenemos que ir muy atrás en la historia para constatarlo, en nuestro país se ha instalado una casta política parasitaria, que ha roto con la representación social, que es propio de los partidos políticos. La derecha defiende el status quo y las ganancias empresariales, la izquierda se ocupa de los trabajadores y de los más desposeídos en la sociedad, el centro político busca los equilibrios entre uno y otro, teniendo como representación social las clases medias.

En el Chile de hoy esta representación social está rota. La casta política ha generado sus propios intereses tiene incluso una de sus expresiones, a la que con tanta precisión el cientista político rancagüino Edison Ortiz ha denominado La burguesía fiscal.

La derecha política que siempre dependió de la derecha económica, hoy día se autonomiza a partir del dinero público para financiar la política, la izquierda hace lo mismo, además recibe dinero a empresarios de comportamiento más que dudoso, como el señor Ponce Lerou.

En esta situación, que  cada día se hace más clara a los ojos de los chilenos, se montó el proceso constitucional, que busca dar cauce al gigantesco levantamiento ciudadano de 2019, con una nueva constitución, que ponga fin a los abusos empresariales, los precios de colusión las Isapres,  las AFP, la corrupción que surge abortones de las Fuerzas Armadas y Carabineros, de la incomprensible suavidad con que la justicia trata a los delincuentes de cuello y corbata. En definitiva, una Carta Magna que ponga fin a los abusos del modelo neoliberal y la corrupción.

Como la casta política tiene sus propios intereses, estos objetivos no son los suyos y por eso le usurpa la soberanía popular a los ciudadanos, olvidando que Chile hace más de dos siglos repudió en el campo de las ideas y en el campo de batalla el que un monarca se impusiera a la ciudadanía.

Ahora la casta como una suerte de monarca posmoderno, quiere escribir por sí y antes sí la nueva constitución. Dejar intocado los abusos empresariales, postergar los derechos sociales y evitar la profundización democrática.

La casta política está promoviendo una constitución, que ya tiene redactada simplemente para legitimar su usurpación.

Los consejeros constitucionales que nos llaman a elegir mañana, no cortan ni pinchan, son una simple mascarada, como aquellas que montan aquellos jugadores callejeros de papito paga doble.

Los auténticos reactores de la constitución ya la tienen terminada incluso circula por las redes.

¿Para qué nos convocan mañana entonces?

Primero para legitimar su engendro, y segundo para embolsarse no menos de 40,000 millones de pesos. Cuando los ciudadanos en las apreturas económicas en que estamos pedimos sacar algo de nuestro fondo previsionales, nos dicen que esto produce inflación, sin embargo, 40.000 millones de pesos a repartirse entre los partidos y los candidatos ahora por arte de bili birloque no producen inflación.

La casta política juega con fuego arrogante narcisista, es esto nunca en la historia ha terminado bien, esto lo percibe el ciudadano de pie, el que tome el metro, el que usa las micros, al que le cobran un impuesto al valor agregado gigantesco, cuando paralelamente se deja que las transnacionales del cobre paguen como impuestos lo que quieran.

Esto se va a expresar mañana en las urnas con un inmenso voto nulo, lo reitero el promedio durante estos 30 años son 80,000 votos nulos por elección.

Cuéntenme mañana cuántos votos nulos van a existir y se van a dar cuenta que el pueblo no es tonto, como la casta política cree.

Los partidos políticos van a estar reunidos con sus centros de cómputos en grandes y costosos hoteles, los chilenos que promueven el voto nulo van a estar en la sede sindical de la empresa Bata en Cali con Almirante Simpson, frente a la sociedad de escritores de Chile.

Solo el lugar de cada uno nos dice a quién representa, a quién se defiende, a quién se promueve.

Históricamente la situación se parece mucho a lo que vivió chile en 1925, cuando la casta política que se había formado despreciando a los obreros salitreros de una parte y a los jóvenes oficiales del ejército por otra, postergó en el parlamento el tratamiento de las leyes sociales y del mejoramiento económico de los oficiales de bajo rango en el ejército, para legislar sobre sus propios sueldos.

 Eso terminó en el ruido de sables y dio origen a un gigantesco proceso político, que fue muy importante para Chile y para América Latina.

La casta política juega con fuego y parte de un supuesto que siempre ha sido equivocado: los chilenos no somos tontos.

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