“El Quijote” de 31 minutos censurada en Las Condes cabalgará libre en el Municipio Popular de Pudahuel

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Jorge Gálvez (ex dirigente del FPMR, hoy militantes del Partido Igualdad)

“Por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida.” El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra.

Vivimos un tiempo donde la derecha no tiene proyecto de sociedad, camina por la incertidumbre y el miedo, su mundo ya no puede replicarse a las generaciones futuras. Las clases dominantes se miran al espejo y ven con estupor, que ya la sociedad no es a imagen y semejanza de sus valores e ideas, esto las aterroriza, lo único que cabe es el rechazo y el refugio, el apego a un mundo de privilegios, que aún genera una tranquilidad transitoria, que apacigua su peor pesadilla, perder el dominio del “sentido común” y ser reemplazada por la “muchedumbre”, que decidió construir su propia cultura.

¿Por qué el rechazo de la obra de 31 minutos en Las Condes?

El Quijote de Cervantes es simplemente la herencia, en primer lugar, de la literatura universal, y en segundo, valores y una ética del despertar del pensamiento humanista hace ya 400 años.

Pero ¿cuál es el miedo de los privilegiados de las comunas de rechazo a las palabras del personaje de la “triste figura”, que usaba una “Bacía de barbero” en su cabeza? La respuesta se encuentra en un paralelo histórico, El Quijote surge entre la monarquía absolutista de Felipe II y la decadencia del reinado de Felipe III, es decir, del imperio que se derrumbaba desde las Filipinas al norte de Europa, África y el nuevo mundo América Latina. La crisis social en el país de Cervantes estaba desatada, por un lado, mendigos, marginados, excluidos llenos de harapos, y en el otro, los yelmos de los oficiales del rey, que saqueaban el oro y la plata de las tierras invadidas, que si bien traían riqueza a las clases pudientes, generaban inflación en los productos que consumían los pobres.

Hoy vivimos un mundo con una crisis humanitaria, civilizatoria, económica, política, ecológica y social, que genera incertidumbre en todos nosotros y nosotras, pero produce más inseguridad a las clases dominantes, pues tienen mucho que perder, nada menos que sus privilegios. De esta manera, atrincherarse es lógico, aunque demencial, y el propósito es detener toda idea y práctica que incentive la duda, la reflexión y la crítica.

La lucha cultural y política es la lucha por “el sentido común”, si quieres saber qué clase social predomina con sus ideas y moral en la actualidad, fíjate en ciertas ideas que profesamos y no tienen relación con nuestras vivencia y prácticas, pero que creemos profundamente nuestras, “que siempre han existido pobres y siembre habrán”, “no importa quien salga presidente de todas manera tengo que trabajar”, “necesitamos un presidente millonario porque así no roba” “sálvate solo, los demás no importan”, etc. ¿te parecen conocidas?, delatan un mundo que no es posible cambiar, que deposita la confianza en los que nos dominan y no en nuestras propias fuerza.

La cultura puede tener dos funciones, una funciona como un pegamento social para que nada cambie, su misión es que todos y todas creamos que nada es posible y nos lleva a resignarnos a la vida que tenemos. La segunda, es trasformadora, denuncia las injusticias, no se conforma con la realidad que nos toca vivir busca cambiarla, está en la calle, busca la comunidad, lo colectivo, incentiva la organización, y lo más importante previsualiza un mundo mejor. Al Quijote le cerraron las puertas en Las Condes, ahora está en Pudahuel, no entrará a días de la navidad por una chimenea, pero dejará a nuestros niños el mejor regalo…soñar con un mundo mejor, a pesar de los “molinos” que tengan que enfrentar.

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