Hoy asistimos a un genocidio en vivo a través de la redes sociales, el cual cuenta con la complicidad de los grandes medios de comunicación, EEUU y las principales potencias europeas. Una abierta violación de la carta universal de los derechos humanos, surgida en la posguerra durante el siglo XX, y todos los tratados sobre derechos humanitarios.
Hoy está más claro que nunca que las potencias occidentales sólo apelan a las normas cuando quien las viola es el adversario. La hipocresía es la regla de las relaciones internacionales. Palestina es una nación ocupada desde que se constituye Israel en Estado – con el apoyo de las principales potencias occidentales – y comienza poco a poco a avanzar en el desplazamiento de la población palestina y la limpieza étnica de dicho pueblo.
Durante décadas la tortura, el asesinato y la prisión política, ha sido una constante por parte del Estado sionista. La actual ofensiva israelí no es una guerra, pues Palestina no tiene Ejército ni un Estado constituido formalmente. La resistencia palestina, que no es sólo Hamas, corresponde a espacios militantes, no un ejército regular.
Existen patrones concretos que permiten comparar el discurso sionista con el nazismo del siglo XX: Una deshumanización de la población palestina a través de discursos que los califican de animales, y una caracterización de la población israelí como superior al considerarse a si mismos como el “pueblo elegido por dios”.
Estar contra el sionismo no es ser antisemita, pues se trata de un sector político de la población judía, y porque además los palestinos también son un pueblo semita. Nuestra exigencia es poner fin al genocidio, la autodeterminación del pueblo palestino, el derecho a la autodefensa y justicia por los crímenes de lesa humanidad del Estado de Israel.
Los invitamos a un mitin informativo para el próximo viernes 10 de noviembre en el frontis de la catedral de Concepción, y para una marcha el día lunes 13 de noviembre a las 18:30 horas desde los tribunales. Porque no es una guerra, es un genocidio.