La “Armada de Brancaleone” en el Titanic con Giorgio Jackson de Capitán

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Por Roberto Ávila Toledo (Abogado de DDHH)

En Italia le llaman “Armata di Brancaleone” a un grupo político formado por personas arrogantes, con pocos escrúpulos y escasas capacidades, que se proponen grandes objetivos que superan con creces sus capacidades y que están destinados al fracaso.

En Chile surgió en el año 2011 un grupo universitario que fue cobrando importancia a partir del agotamiento político de la Concertación y su resistencia a llevar adelante el cambio generacional en el marco de sus propias filas, en el contexto internacional de un mundo unipolar y donde la utopía caída de la Unión Soviética aún marcaba el escenario.

Este grupo político le vino como anillo al dedo al modelo de dominación neoliberal, pues evitaba la reconstrucción de una izquierda histórica con propósitos reales de transformación. El capital transnacional corrió en su ayuda con aportes directos de especuladores financieros como George Soros; los norteamericanos acudieron a través de empleados nativos y así fue como el defenestrado ministro Jackson fue diputado por Santiago con un cupo entregado por la Concertación que, sin compañero, garantizaba su elección.

La Concertación había maltratado a sus hijos (la generación del 80); ahora malcriaba a sus nietos. Un nítido sentimiento de culpa.

Una serie de hechos azarosos, como tener que enfrentar en primarias a un candidato que se encargó de destruir su candidatura él mismo, y luego confrontarse con un dirigente de ultraderecha que provocaba miedo, terminó con este grupo político en el Palacio de La Moneda.

Llenos de arrogancia, iniciaron su gobierno con una gestión de la ministra del Interior que es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas.

El ministro de economía revolucionó la ciencia de la economía al decir que el alza del dólar no producía inflación, pues los chilenos compraban en pesos.

De la misma antología se ocupó personalmente el presidente de la república en el ámbito internacional y así los chascarros fueron desde el rey de España, el socialismo venezolano, el vicepresidente de EEUU, el embajador de Israel, el presidente de Brasil y la presidenta del Perú; el listado es largo y aún no ha terminado.

Este grupo se acostumbró a faltar el respeto, así que un senador y un expresidente del partido recibieron un portazo en la cara cuando fueron a brindar su apoyo.

Viejos pero capaces cuadros políticos merodean un poco patéticamente la cocina del Frente Amplio que ya despide los primeros aromas. Ex ministros de la Concertación hablan contra los 30 años, buscando congraciarse; ello aumentaba la temperatura de la marmita ególatra de los jóvenes “superiores”.

Tienen el verbo fácil, que se despliega sin consideración alguna por la realidad. Hablan de los territorios pero no están en ninguno; se autoelogian con conceptos como la épica, cuando lo único que conocen de la lucha social son las marchas por la Alameda autorizadas por la intendencia y con protección policial.

El clímax llegó cuando el ministro Jackson voceó la supuesta superioridad moral sobre toda la izquierda que lo precedió, que viene desde Francisco Bilbao en 1850, sin un solo acto de corrupción.

Al gabinete de Allende le llovieron las acusaciones constitucionales, ninguna vinculada a corrupción; lo mismo pasó con Balmaceda.

Con una teatral puesta en escena, el presidente Boric rindió homenaje al presidente Allende antes de ingresar a La Moneda, pero en menos que canta un gallo, estaba en Canadá ofreciendo los yacimientos de cobre de Chile al mejor postor, aquello por lo cual el médico socialista brindó su vida.

De paso, impusieron el TPP 11 y se alinearon con los norteamericanos contra Rusia y Nicaragua.

Promovieron un proyecto constitucional desde reivindicaciones de minorías y transformaron el 78 % a favor en el plebiscito de entrada en un 38 % de un “apruebo” aplastado por un 62 % de “rechazo”.

Llegaron a la insolencia: Don Arturo Prat ordenó clavar la bandera chilena en el palo mayor de La Esmeralda; por su parte, el Dr. Allende ordenó izar la bandera de ceremonia en el lugar más alto de La Moneda en 1973. Ya sabemos lo que hizo la Armada de Brancaleone con la bandera.

“Lo racional es real”, escribió Hegel, es decir, que solo perdura aquello que es racional; lo otro puede existir, pero temprano o tarde perecerá.

“No se puede ‘vivir del cuento'”, dice mi amigo que tiene pilastra en un mercado.

El gobierno toma ya sus rumbos finales, pero siempre queda algo que servir en la bien provista mesa del Estado, y eso convoca a los pícaros. Esto hace ver las cosas de manera más complaciente.

Hay algunos, e incluso partidos enteros, que creen estar realizando el más placentero de los viajes. Es posible que tengan razón en parte, pues van en primera clase. Lo que no parecen advertir es que el barco tiene por nombre El Titanic.

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