El 15N: Un Acuerdo de la elite, hecho por la elite, y para la elite.  Una Revolución Pasiva. Análisis y Lecciones para el campo popular

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2014

Héctor Medina Neira (Encargado sindical comunal Quinta Normal del Partido Comunista y miembro de Unidad Social)

“La revolución pasiva es un proceso bajo el cual la clase dominante absorbe algunas de las reivindicaciones de las masas populares para frustrar o impedir la revolución, haciendo que el movimiento revolucionario acepte su incapacidad de transformar la sociedad y acabe siendo integrado en el sistema. Es decir, la sublevación iniciada por las masas es respondida por parte del grupo dirigente mediante un “reformismo atemperado”, por “pequeñas dosis”, evitando la participación de las propias masas en todo este proceso.”(Gramsci)

Aún están latentes los efectos del Acuerdo firmado el 15 de Noviembre del 2019. Y es que dicho acuerdo fue el salvavidas perfecto que la elite neoliberal necesitaba ante una Rebelión Popular surgida espontáneamente el 18 de Octubre. A casi un mes, el status quo instalado desde el 11 de septiembre de 1973, consolidado con la Constitución del 80 y perpetuado con los gobiernos de la Concertación y la Derecha, veía con pavor la posibilidad de una insurrección plebeya.

De nada habían servido los toques de queda, los asesinatos encubiertos como el de la bodega de Kayser en la comuna de Renca, los mutilados producto de la represión policial y militar. Con urgencia se necesitaba un método para poner freno a las constantes movilizaciones en todos los barrios del país. Ya todos los días habían movilizaciones en Plaza Dignidad, se habían realizado marchas multitudinarias con la presencia de variadas organizaciones sociales, el mundo sindical convocado por la CUT y otras centrales de trabajadores, la diversidad sexual, los estudiantes, el mundo de la cultura.

La lucha contra el alza de 30 pesos en la locomoción colectiva, dio paso a una protesta generalizada de todo el Pueblo contra la represión, pasando a la exigencia de renuncia a Piñera, y sintetizando todas las demandas que el movimiento social venía levantando en una exigencia mayor que también viene desde la dictadura: Una Nueva Constitución definida por una Asamblea Constituyente levantada por el Poder originario, el Pueblo.

Este proceso destituyente para con una clase dominante que en lo económico, político y social ha jugado a la exclusión de las mayorías, y a la vez, proceso constituyente de una nueva sociedad, que se empezó a forjar en Cabildos y Asambleas Populares, que empezaron a coordinarse bajo el llamado de Unidad Social, debía ser frenado. Y nada mejor, que la vieja receta ya planteada por Gramsci, una Revolución Pasiva, donde el empresariado y la oligarquía tomaran la demanda constituyente para darle una “salida”, pero bajo sus términos.

Viejas recetas para que nada cambie

Los movimientos en la clase dueña de los medios de producción, se venían dando desde hace días. Ya el 10 de noviembre, Chile Vamos (coalición política de dicha clase social, conocida como la derecha) y desde el mismo Ejecutivo del Gobierno que tenía en sus manos en dicha fecha, se abrían a la “posibilidad” de una Nueva Constitución, pero sin una Asamblea Constituyente. La negativa a este tipo de proceso, donde la ciudadanía redactara la nueva Carta Magna, era tajante, ya que los representantes ciudadanos podían estampar precisamente todo aquello que la Constitución del 80 negaba y se estampaba nuevamente en las calles, con las demandas clásicas del Pueblo.

Para eso, comenzaron una operación política de coptación de sectores políticos que ya históricamente se habían prestado para negociaciones de espaldas al Pueblo, con la clásica subyugación a las imposiciones de la élite. Eso mismo hicieron con la salida pactada de la dictadura, entre los militares, la derecha y la Concertación; y nuevamente lo veíamos.

Ya para el 14 de noviembre, andaban los rumores en los pasillos del Parlamento, de reuniones secretas entre la derecha, la Concertación y el Frente Amplio, que se sumó gustoso. Una vez más, el Partido Comunista, tal como en las negociaciones durante la dictadura, era dejado fuera, pues su praxis política (más allá de toda crítica histórica) seguía apostando a dar consideración al movimiento social, y especialmente a todo el sector no militante de la ciudadanía, que fueron los que espontáneamente comenzaron a llevar adelante la movilización de esos días.

Cuando Jaime Quintana (PPD) dice que el PC se restó, lo que en realidad sucedió es que esta colectividad al conocer las conversaciones, y hacer la denuncia, después se les llamó a ver lo avanzado, y este (el PC) planteó su negativa, porque no estaban considerados los movimientos sociales, y además, la negociación nunca quiso contemplar a la ciudadanía. En resumen, los comunistas no estaban considerados desde un inicio, y menos, el Pueblo, el Poder originario de todo Proceso Constituyente. Para qué decir de otros Partidos con extracto popular, de izquierda, que jamás fueron considerados “por no tener representación parlamentaria”. Bueno, de hecho a la mayoría del Pueblo, que no milita en ningún Partido Político, tampoco jamás se le tuvo en mente de considerarles. Tampoco a las organizaciones sociales que estaban ayudando a coordinar la movilización de esos días, desde Unidad Social.

Para el 15 de noviembre el espectro político que no incluía al Pueblo, aplaudía un acuerdo para un supuesto “Proceso Constituyente” que no contemplaba la participación de los Pueblos Originarios, de las Mujeres, del ciudadano común y corriente, de los independientes. Sólo la presión de ciertas organizaciones de izquierda en el Parlamento (entre ellas el PC), a las que después se fue sumando tímidamente el FA, lograron incluir en el futuro proceso a los excluídos de siempre. Pero nadie se esperaba que en un futuro las esperanzas podían ser nuevamente truncadas. El Proceso nació viciado y con la clara intención de frustar e impedir un cambio constitucional. La izquierda pese a su esfuerzo de dar cabida a los excluidos, con ese mismo hecho, aceptaba “su incapacidad de transformar la sociedad y terminó siendo integrado en dicho sistema de no transformación”. La clase dominante sabía bien lo que estaba haciendo: Una Revolución Pasiva, una No Revolución. Y el Pueblo chileno y sus organizaciones políticas y sociales, una vez más tropezaban con la misma piedra: las cocinas entre 4 paredes.

Un Proceso que jamás fue constituyente

Como decíamos, para que un Proceso Constituyente sea realmente tal, debe ser levantado desde el Pueblo, que es el verdadero Poder Originario. El Acuerdo del 15N no fue levantado desde el Pueblo, ni tampoco tuvo nunca la intención de considerarlo. Y pese a que la correlación de fuerzas tanto en el parlamento como en la movilización social, fueron jugando a favor de las masas populares, la elite neoliberal ya tenía diseñado un plan que cumpliera el objetivo de no lograr un cambio constitucional. De hecho, si el Acuerdo del 15N no hubiera existido, el país estaba ante la posibilidad de una situación revolucionaria, pero que carecía de un factor primordial para que esa situación hubiera salido triunfante: la presencia de una conducción política que permitiera que el Estallido hubiera terminado siendo un proceso transformador. Si bien la marxista y revolucionaria alemana Rosa Luxemburgo ya nos había hablado de la espontaneidad de las masas, nos deja claro que tampoco se puede caer en un endiosamiento al espontenaísmo. La espontaneidad sin conducción política lleva a cambios de presidentes, pero no de sistemas, como se vió en Argentina con De La Rúa y todo ese devenir de breves Presidentes de la República.

También el apoliticismo, sembrado históricamente por la misma elite neoliberal, a través de los medios de comunicación, de la cultura y el mismo sistema educacional, sembró el sentimiento de que “todos son iguales” en muchos ciudadanos común y corrientes, incluida la izquierda que no se prestó para el Acuerdo en sus inicios.

Este mismo fenómeno cultural fue aprovechado por la derecha, para reaglutinarse políticamente, y poder instalar en las masas de que la Nueva Constitución redactada por representantes directos de la ciudadanía  y sin militancia política era mala, y que se necesitaba una comisión de expertos, deviniendo una nueva cocina que vemos en estos días, la que el mismo Gobierno de Apruebo Dignidad sin iniciativa política, termina aceptando.

A los resultados del 4 de Septiembre del 2022, hay que sumar los errores del mismo Gobierno de Apruebo Dignidad de no dar curso inmediato a las demandas populares y al mismo Programa de Transformaciones, por las  contradicciones internas, ya que en el Gobierno hay fuerzas de izquierda, y otras que han pertenecido a la élite neoliberal (Socialismo Democrático), procedentes de la añeja concertación, sumados a última hora al Ejecutivo por el FA, con la idea (más bien excusa) de generar mayorías para las transformaciones, un imposible cuando el PS, PPD y PR, han manifestado cero interés en cambiar el status quo dominante desde hace más de 40 años.

Todo esto, hace más patente la reflexión de la escritora afroamericana, feminista, lesbiana y activista por los derechos civiles Audre Lorde: “No se puede destruir la casa del amo con las herramientas del amo”

Lecciones para el Campo Popular

En lo inmediato, unos puntos a desarrollar en conjunto con todo el Pueblo

  • Para tener verdaderas mayorías en pos de los cambios necesarios, urge primero y en el corto plazo, generar una hegemonía popular, conformada por el Pueblo chileno en su máxima expresión: no militantes, verdaderos independientes, organizaciones sociales, y partidos políticos de la izquierda chilena, sin exclusión.
  • Los Partidos de la izquierda chilena, deben superar ese sectarismo que en nada ha beneficiado estos últimos 50 años al devenir del Pueblo chileno. En este necesario diálogo se debe reconocer los derroteros no triunfantes del clásico reformismo, como también superar el quién ha sido más revolucionario durante estos años. La izquierda en su conjunto, y respetando su diversidad, debe sumarse completamente a un accionar verdaderamente revolucionario, de superación del modelo neoliberal que el “Partido del Orden” no pretende superar, y dar curso a una Nueva Democracia.
  • La izquierda debe entender que “en nuestra ambición de revolucionarios tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que ésta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo.” (Che Guevara). En resumen: el mandante de toda nuestra acción militante debe ser el Pueblo chileno en su máxima expresión. Y nosotros no podemos mostrar vacilación, ni quedarnos sin iniciativa.
  • Ante esta máxima, de que el Pueblo chileno es el mandante, pueden sumarse otros Partidos, siempre que, cumplan los mandatos y resoluciones de la mayoría. Si su idea es sumarse, pero para seguir con su lógica acomodaticia de no cambiar el neoliberalismo, deben dar inmediatamente un paso al costado.
  • Ante el discurso de un posible Nuevo Proceso Constituyente: no debe estar ceñido por los bordes que plantea la derecha, que no son más que los candados de la dictadura que refleja la Constitución del 80. Una verdadera Nueva Constitución debe ser redactada por el Pueblo y desde el Pueblo, tomando en cuenta todas las demandas que la ciudadanía históricamente ha levantado y que se vieron palpadas en la movilización del Estallido Social e inclusive, en la redacción del Proyecto que se plebiscitó el pasado 4 de Septiembre.

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