(360Noticias) “Prácticas de Culo con enfoque decolonial”: cuando el progresismo woke subvenciona su delirio con 139 millones, plata de todos los chilenos.
Mientras en los barrios populares escasean los talleres culturales gratuitos, los centros comunitarios luchan por subsistir y los trabajadores del arte independiente viven precarizados, el Ministerio de las Culturas —bajo el gobierno de Gabriel Boric— financia con recursos públicos a espacios donde se promueve una “Práctica de Movimiento Pélvico Freestyle con enfoque decolonial, somático, sensible y gozoso”. Así, bajo el barniz de la “deconstrucción” y el lenguaje academicista propio del progresismo de elite, se cuela un nuevo caso de despilfarro financiado con dinero del pueblo.
La actividad, titulada con provocación vacía como “Prácticas de Culo”, fue difundida por Espacio Vitrina, entidad que integra la Red de Salas de Teatro Región Metropolitana y que recibió $139.509.995 a través del Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras (PAOCC) 2025 del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, el uso de logos institucionales en la promoción del evento sugiere un respaldo que debe ser investigado.
Diputados ya han oficiado a la Contraloría General de la República solicitando una auditoría al PAOCC, advirtiendo sobre la posible improcedencia de actividades como esta, completamente descontextualizadas del rol público de la cultura y alejadas de las verdaderas necesidades culturales del pueblo trabajador.
¿Dónde queda la cultura popular auténtica?, ¿Dónde está el fomento a la música de los barrios, al teatro comunitario, a la poesía que nace desde la resistencia de los pueblos, al arte que denuncia y la transformación?
Desde una mirada de izquierda clasista, popular y soberanista, no se puede guardar silencio frente al secuestro simbólico de la cultura por parte de sectores progresistas que han sustituido la lucha social por un relativismo postmoderno que gira en torno al individualismo, mientras ignora por completo las necesidades colectivas del pueblo. Es un progresismo burgués, acomodado, incapaz de comprender que la verdadera descolonización no se baila entre cuatro paredes financiadas por el Estado, sino que se construye en la calle, en la fábrica, en la población y en el campo.
En lugar de impulsar una cultura nacional, crítica, liberadora y arraigada en el sentir profundo del pueblo, el Estado en manos del progresismo woke ha optado por subvencionar los caprichos identitarios de una minoría ilustrada que se autorreferencia en círculos cerrados, con lenguaje hermético, y que ha hecho del ridículo una bandera política.
No se trata de moralismo ni censura, sino de prioridades públicas. En un país donde aún hay bibliotecas cerradas, escuelas sin acceso a cultura, y comunas enteras sin centros culturales activos, este tipo de iniciativas no solo resultan ofensivas: son una afrenta directa a las luchas del pueblo por una cultura digna, participativa y soberana.
Chile necesita una política cultural que deje de mirar los laboratorios ideológicos del Pentágono y el Partido Demócrata estadounidense para diseñar sus programas, y que comience a mirar al pueblo, a sus historias y sus luchas. Porque si vamos a hablar de descolonizar, descolonizar es decir basta a esta cultura liberal financiada desde arriba, que se presenta como liberadora, pero no incomoda al poder real, ni a las élites económicas, ni al capital.
