Vía OPAM A la memoria de la compañera Denisse Cortés Saavedra
A la comisaría había que llegar si o si y era la Denisse la que lucía el mayor aguante. Luego de largas cuadras de marcha, soportando agua y gases, apañando estudiantes con las botellitas de suero con bicarbonato. Y al final, pese al cansancio, había que hacer para los pancitos, las galletas y los jugos, pero también para comprar calcetines nuevos porque siempre quedaban cabros y cabras al control de detención del día siguiente y tenían que pasar la noche mojados en los calabozos. La Denisse era de esos detalles que mostraban toda su humanidad, esa fue nuestra Denisse durante los años que fuimos OPAM en las movilizaciones de nuestro pueblo joven y las revueltas estudiantiles que más tarde terminarían haciendo florecer octubre.
La Denisse era apoderada del confederación suiza cuando llegó a la primera reunión de OPAM. El colegio venía siendo golpeado reiteradamente y sintió como muchos más la necesidad de fortalecer las organizaciones de apoderados movilizados, y así partió esa bonita aventura.
Este amargo 10 de octubre, en que su sangre se mescló con al agua del guanaco y sus pulmones se llenaron de gases lacrimógenos, tirada en la calle, a muchos se nos partió el corazón porque no era ni su hora, ni el lugar. Porque la muerte no debía ser lo suyo ayer ni nunca, porque estaba llena de vida, tan llena de vida y de proyectos y de familia. Si con 40 años se atrevió a tomar una carrera de derecho fue porque sintió que era esa la extensión natural de su compromiso con nuestro pueblo.
Que duro escribirte compita, cuánta pobreza se siente al no poder expresar cada uno de esos interminables días en las calles y a la vez cuánto orgullo porque fue un privilegio infinito caminar contigo.
Como apoderada movilizada, como luchadora contra la impunidad en las convocatorias de la comisión funa, como rescatista en los días de la revuelta de octubre, como estudiante de derecho dando sus primero pasos en la Defensoría Popular. Incansable, inagotable, irreverente, solidaria. No habrá un día, ni un maldito día sin recordarte.