por Catbriel
Año 1812, el ejército francés cae estrepitosamente en su intento de asalto al Imperio Ruso. En suelo hoy Bielorruso, la Grande Armée sufrió cuantiosas pérdidas humanas, el hambre y el frío del norte, fueron afilados dientes destrozando a un Napoleón que se veía atrapado en el desastre junto al río Berézina.
A pocos días de la conmemoración en Rusia del Día de la Victoria, una parte de la historia y la línea del tiempo europea, la herida residente en el corazón de Francia renueva su compromiso con la rusofobia en voz de Emmanuel. Reluciente, el presidente Macron se muestra dando un paso al frente de los países europeos, afirmado débilmente en el apoyo ciudadano the Rothschild boy, busca su evolución, busca aumentar su tamaño enarbolando el mensaje nuclear, un mensaje que no proviene de su ciudadanía, sino que es propio de una boca fiel al “poder”.
La controversial Polonia una vez más pudiendo ser aquel país que es mirado, esta vez es Emmanuel quien toca a su puerta llevando la posibilidad de instalar ojivas nucleares en territorio polaco. Una Alemania que a pocos días cumplió un nuevo aniversario de la liberación, de la caída del régimen nazi con la llegada del Ejército Rojo a Berlín, una verdad opacada por una versión occidentalista tocada por Hollywood. La Alemania moderna con una fuerte industria militar, sostiene conversaciones con este impetuoso Emmanuel. La idea de que ojivas nucleares puedan habitar también en Alemania luego de 80 años, le enciende el corazón a Le Petit Napoléon.
Le Petit no mira al sur, no ve a la zona del levante mediterráneo, no es el tamaño lo que le impide, es una diplomacia limitada y sometida. Le Petit, tomando algo caliente en una cómoda oficina, piensa en el desastre de Berézina e imagina el río descongelándose a los pies de los soldados de Napoléon retirándose del asalto al Imperio Ruso. A su corazón envalentonado pero herido, le duele que la Francia haya caído en batalla. La rusofobia le tiene poseído, su mirada se dirige sólo al norte cultivando su intención belicista usando el miedo y el terror a la guerra como incentivo y alimento a la necesidad de comprar armas, ha aprendido bien que la construcción del enemigo es una llave de negocio clave para mantener el poder.