Presentan el libro “El modelo de pensamiento autónomo de los pueblos preinvasión”

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(360Noticias) Este 22 de marzo, en la sede de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), se llevó a cabo la presentación del libro El modelo de pensamiento autónomo de los pueblos preinvasión, del escritor y ensayista nicaraguense Carlos Midence. La obra, de profundo contenido histórico y filosófico, propone una revisión crítica del pensamiento impuesto por la colonización y el silenciamiento de las cosmovisiones originarias de América.

Midence expone cómo, desde la invasión europea, se desarrolló un modelo de conocimiento que subordinó y marginó las formas de entender el mundo propio de los pueblos preinvasión. En un esfuerzo por recuperar estas voces acalladas, el autor evidencia el despojo no solo material, sino también cognitivo y cultural, que sufrió el continente, y denuncia los mecanismos que han perpetuado la invisibilización de estas tradiciones a lo largo de la historia.

Acompañado de reflexiones de destacados pensadores como Enrique Dussel y Marc Ferro, el libro invita a un debate urgente sobre la necesidad de descolonizar el conocimiento y reivindicar las epistemologías originarias como una forma de resistencia frente al pensamiento hegemónico. La presentación de esta obra en la SECH se configura, así, como un espacio clave para la discusión sobre la autonomía cultural de los pueblos y el legado de sus saberes ancestrales.

Reproducimos las palabras de presentación de Isabel Gómez Presidenta de la Sociedad de Escritoras y Escritores de Chile (SECH), Poeta y Ensayista.

El modelo del pensamiento autónomo de los pueblos preinvasión, es un texto que aborda sobre las grandes brechas que se han presentado en la historia de la humanidad, especialmente para entender los discursos y de cómo éstos se han transmitido a través de la historia, mediante análisis desiguales, en todos los ámbitos del conocimiento. Estas configuraciones tornadizas, para interpretar la historia de nuestros orígenes, como comunidades oprimidas por un poder superior, han puesto en evidencia la presencia de opresores y oprimidos, marcando fuertemente asimetrías que hasta nuestros días se expresan en la sociedad. La concepción de dominación obedece a un proceso político, dando curso a la vez a escenarios de resistencia que se negaban a obedecer a patrones de conducta impuestos por culturas europeizantes y que daban cuenta de un comportamiento desde la sumisión y el castigo.

Carlos Midence aborda estas problemáticas y contribuye a poner en valor todos aquellos asuntos que han estado adormecidos por siglos, invisibilizados por lo que se recoge a partir de un discurso oficial, la idea entonces es recuperar aquellas voces que fueron silenciadas por una Europa que negaba todo pensamiento que se escapara al control y a sus parámetros universales.

Tal como señala Fabio Nigra en la presentación de este libro donde nos señala: “es un texto del que merece valorarse el esfuerzo analítico y concienzudo para demostrar que nos han impuesto un pensamiento único, como es la pretensión final del neoliberalismo, y que a la vez existen otros pensamientos o cosmovisiones que han sido oprimidos, borrados, desdibujados o tergiversados, pero que ameritan una profunda atención”.

La invasión sufrida por los pueblos de América destruyó completamente todo lo que habían avanzado hasta ese momento.

Midence señala que: “Esta afirmación vuelve evidente nuestra argumentación en torno de que el expolio perpetrado fue tanto material como cognitivo, cultural y la destrucción, despiadada y malintencionada. Es una certeza que todo este acervo cognitivo, que a estos pueblos y culturas les llevó milenios construir, junto con la riqueza material de su territorio, una vez les fue arrancado por medio de la violencia, lo cual resultó encubierto mediante operaciones, manejos y monopolios, igualmente impuestos”.

Es sabido que la historia que nos narraron, a partir de nuestros primeros años de escolaridad, siempre estuvo moldeada a partir del discurso oficial. Esto significó que se nos negó el conocimiento profundo de nuestros pueblos y sus ancestros, sus simbologías, sus códigos y toda la riqueza de una cultura que tenía milenios de construcción.

Marc Ferro nos dice que: “la imagen que tenemos de otros pueblos, y hasta de nosotros mismos, está asociada a la Historia tal como se nos contó cuando éramos niños. Ella deja su huella en nosotros para toda la existencia. Sobre esta imagen, que para cada quien es un descubrimiento del mundo y del pasado de las sociedades, se incorporan de inmediato opiniones, ideas fugitivas o duraderas, como un amor […], al tiempo que permanecen, indelebles, las huellas de nuestras primeras curiosidades y de nuestras primeras emociones” (Ferro, 1993: 1).

Nos debemos preguntar entonces, desde qué parámetros analizar las relaciones de poder entre los dominantes y los dominados, si éstos últimos no disponen de todas las herramientas para explorar los procesos históricos, asumir una posición como sujetos capaces de cuestionar, discernir y reflexionar sobre los hechos, sin embargo, permea un discurso oculto el cual intrínsecamente va estableciendo un dominio sobre la razón y el intelecto. Enrique Dussel nos decía que la filosofía es una herramienta para liberar a América Latina de sus estructuras coloniales, cuánto de cierto hay en esa afirmación y cuán necesario es llevar estas discusiones a las aulas de nuestra América.

El discurso de los dominantes desde siempre ha amenazado la autonomía de los espacios, la resistencia entonces significa propiciar un sistema de defensa a la propia identidad de los pueblos.

Los modos de análisis de la historia obedecen a patrones impuestos por las ideas dominantes. Jean Chesneaux habla de las trampas de la cuatripartición en lo que se refiere a la división de la historia –en particular en Francia (antigua, media, moderna y contemporánea)–, lo cual, afirma, cumple la función específica de “privilegiar el papel de Occidente en la historia del mundo y reducir cualitativa como cuantitativamente el lugar de los pueblos no europeos en la evolución universal” (Chesneaux, 1985: 99). Mediante esta división, Occidente circunscribe “en su pasado” y geografía una serie de valores, acciones, personajes y se los atribuye como creaciones propias, consiguiendo con esto que los pueblos no europeos sean tributarios de este artilugio”.

La utilización de la educación, como una herramienta de sometimiento, ha sido una argucia   para instalar un discurso dominante y con ello perpetuar un modo de ver la realidad y de interpretarla a calco y copia de los intereses de la clase dominante, dejando fuera de esa construcción a los pueblos excluidos por el sistema capitalista-neocolonial.

Carlos Midence plantea que: “La mayoría de los textos de historia occidental, originariamente, han sido planteados desde un principio de organización dominante. Los europeos son los que piensan, escriben e “historizan”, son los “sujetos del conocimiento”, los otros pueblos y culturas son excluidos, silenciados, y cuando son incluidos en las historias escritas por estos sujetos del conocimiento es para subalternizarlos. Si estos pueblos no europeos aparecen en los textos, es como objeto de estudio y no como sujeto de conocimiento-pensamiento.”

Hoy en día existe un profundo desconocimiento de la historia de los pueblos indígenas, sus formas de relacionarse, su cultura y sus vidas en comunidad, por ello la necesidad de informarnos y difundir este tipo de literatura que hace un análisis profundo y exhaustivo sobre estas temáticas. El modelo del pensamiento autónomo de los pueblos preinvasión, de Carlos Midence, es un libro que apuesta por entregar antecedentes fidedignos para interiorizarnos sobre estos temas y conocer por ejemplo, lo avanzado que estaban estos pueblos en el sistema educativa.

Soustelle nos decía que: “Es admirable que en esa época y en ese continente, un pueblo indígena de América haya practicado la educación obligatoria para todos y que no hubiera un solo niño mexicano del siglo xvi, cualquiera que fuese su origen social, que estuviera privado de escuela”.

“Estos pueblos llegaron a estructurar un procedimiento para comprender, en términos de vocación educativa, la “inclinación que cada uno de ellos tenía”, afirma José de Acosta. Incluso crearon, explica Enrique Oltra (1977), un claro y efectivo método de aprendizaje con prácticas, tales como reiteración, memorización, simbolización, cuadros esquemáticos y reflexión, para mencionar unos ejemplos básicos.”

La aniquilación de la cultura popular en nuestros pueblos de América ha sido un ejercicio que ha permitido invisibilizar nuestras propias identidades, desde el discurso pedagógico se han internalizado ciertos paradigmas que merman los registros de obras de arte creadas por nuestros pueblos originarios y que dan cuenta de su profunda relación con la naturaleza y su entorno social y afectivo.

Tal como lo plantea el mismo Báez (2009: 25): … “los españoles, derrotados por el esplendor prehispánico, intentaron anular la cultura sometida mediante el uso de una arquitectura superpuesta. Los conquistadores arrasaron cientos de edificaciones, pero las órdenes religiosas católicas se ocuparon de eliminar miles de muestras del arte religioso de los nativos, con la excusa de la evangelización, y aniquilaron 80% de los antiguos libros en los que mayas y aztecas almacenaban conocimientos sobre su propia historia, astronomía y medicina.”

La creación cultural se expresa en múltiples fases, por ejemplo en la música popular, en los símbolos, las lenguas, la literatura y la poesía, entre otras expresiones artísticas, siendo éstas prácticas liberadoras de sentidos.

Cuando los españoles ingresaron a América se dio el primer “cara-a-cara”: Colón vio indios; Cortés descubrió la cultura azteca; Pizarro la inca. De esta forma los conquistadores se enfrenaron con el indio. Este indio tenía un mundo. Para ilustrar esta reflexión cito un un bello texto del Popol Vuh, de la gran cultura quiché: Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma y en silencio, todo inmóvil y callado y vacía la extensión del cielo. Esta es la primera relación, el primer discurso; no había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, fuego, barrancas, hierbas y bosques. Sólo el cielo existía. No se había manifestado la faz de la tierra, sólo estaban el mar en calma y el cielo en todo su extensión” este fragmento forma parte del primer parágrafo del libro sagrado.

Las luchas por recuperar nuestra identidad, mediante la construcción de un discurso decolonial es una tarea que aún continúa pendiente. Hay que avanzar con mucha más fuerza para dejar atrás un sistema capitalista neoliberal que ha sido depredador de conciencias y nos ha sometido en la política de mercado, en donde no tienen cabida los proyectos colectivos y la espiritualidad de los pueblos no encuentra los canales de expresión, en donde la trilogía, naturaleza, cosmos- conciencia vuelvan a resignificar la existencia.

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