(360Noticias) En uno de los episodios más devastadores de la escalada de violencia en la Franja de Gaza, Israel ha desatado una nueva masacre al bombardear el hospital Al-Aqsa en Deir Al-Balah, ubicado en el centro del enclave palestino. El hospital, que albergaba a civiles desplazados, se convirtió en un infierno de llamas donde niños, mujeres y ancianos ardieron vivos ante la impotencia de los rescatistas.
El testimonio desgarrador de Saleh al-Jafarawi, residente de Deir Al-Balah, refleja la magnitud del horror vivido:
“Hay gente quemándose viva delante de mí. Juro por Dios que se están quemando delante de mí. Nadie puede hacer nada. Hombres, mujeres, la niña, están ardiendo ante mis ojos… Nadie puede hacer nada para sacarlos. Lo intentamos, pero no pudimos. Las llamas son demasiado fuertes… Ardieron vivos…”
Al-Jafarawi también denunció que la ocupación israelí ha intensificado sus crímenes en toda la Franja de Gaza:
“Los crímenes de la ocupación sionista se están intensificando, en el sur, en el norte, en todas partes… La ocupación está cometiendo masacres como nunca hemos visto, que la humanidad nunca ha visto… Nunca olvidaré estas escenas en mi vida, un niño ardiendo delante de mí y nadie puede ayudarlo.”
Este ataque al hospital Al-Aqsa es parte de una ofensiva que parece no distinguir entre objetivos civiles y militares, violando flagrantemente los principios del derecho internacional humanitario. Las imágenes y testimonios de los cuerpos carbonizados de los más vulnerables, atrapados sin posibilidad de escape, han conmocionado al mundo.
Impunidad y complicidad internacional
La brutalidad con la que se está llevando a cabo esta campaña de bombardeos evidencia la profundización del ciclo de violencia, con la comunidad internacional incapaz de imponer un alto el fuego inmediato. Las políticas de impunidad hacia Israel, respaldadas por potencias occidentales, siguen permitiendo que estos actos se perpetúen sin consecuencia alguna.
Mientras las llamas de la destrucción consumen a la población civil en Gaza, la responsabilidad moral y política de los gobiernos que continúan brindando apoyo a Israel. La comunidad internacional enfrenta un desafío ético: detener la tragedia humana en Gaza antes de que sea demasiado tarde o seguir permitiendo que el sufrimiento quede impune.