Por Teófilo Briceño (Centro de Estudios Francisco Bilbao)
El nuevo Partido Comunista, renovado y con domicilio en la “centro izquierda”.
En 1977 el primer pleno del Comité Central del Partido Comunista chileno luego del golpe terrorista de Pinochet y sus secuaces comenzó a dar una respuesta desde la izquierda a la dura derrota del proyecto popular y entre muchas cosas, analizó la incapacidad de poder defender los avances populares logrados.
Fue un preámbulo a la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM), anunciada en 1980 por su secretario general Luis Corvalán Lepe. Es que el golpe destruyó toda la obra del gobierno popular encabezado por Salvador Allende con el resultado de miles de asesinados, desaparecidos, con cientos de miles de presos políticos y exiliados, entre ellos muchos comunistas, partiendo por sus direcciones, compañeros y compañeras cruelmente torturados y ejecutadas.
Era lógico entonces, patriótico y ético, enfrentar con todas las formas de lucha, incluyendo la armada, a la dictadura de la muerte y el terror. Para miles comunistas, el desarrollo global de los aspectos militares de la política era una adquisición de largo aliento. Ya nunca más, nos encontraremos indefensos, pensaban muchos.
Todos sabemos lo que paso, la gesta heroica de lucha en los 80, la creación del FPMR, el intento de tiranicidio, la preocupación del imperio gringo para gestionar una salida a la dictadura que excluyera al PC y la negociación pactada entre los “blandos” de la oposición y de la dictadura para volver a una “democracia” que no permitiera por diseño político un gobierno o proyecto como el de la UP.
“Nunca más” fue la idea fuerza para la oposición al régimen militar, “nunca más” una dictadura dijeron los demócratas, encabezados por los partidarios del depuesto presidente mártir. Pero hubo también otro “Nunca más”, uno que encabezó ideológicamente el perverso Jaime Guzmán y sus “chicago boys”, quienes diseñaron un modelo institucional gatopardista, donde todo cambia para que no cambie, en el cual se consolidó la revolución neoliberal pariendo el Chile que hoy conocemos y padecemos.
Y surgió así un Chile nuevo, con una subjetivad popular dónde falsos “propietarios” sustituyeron a los dinosaurios “proletarios”, una sociedad donde el proyecto colectivo de justicia social fue remplazado por un egoísmo enfermo y enfermante, en medio del festín de las clases dominantes, celebrado por supuesto por las trasnacionales y el imperio gringo, que saquean Chile y violan la madre tierra, con todas las consecuencias que muy bien conocen los pueblos que habitan esta angosta franja austral del mundo.
En esta lógica transformadora, el PC de Chile, encabezado por Gladys Marín, intento resistir, adecuándose al cambio evidente, especialmente en medio de la debacle del campo socialista mundial, la crisis de países como Cuba, otrora pilares fundamentales en el apoyo solidario con la justa lucha del pueblo chileno.
Fueron años duros los 90, sin embargo, el PC se mantuvo como factor fundamental en la política chilena. Pero su relevancia fue disminuyendo a partir de la marginalidad que le asignó el nuevo sistema político de la falsa democracia. Todo esto en el marco de un país que cambio por la revolución neoliberal y los gigantescos cambios tecnológicos que parieron nuevos sujetos populares afines a las ideas neoliberales, sujetos ávidos por consumir en cómodas cuotas que luego se transformaron en incómodas y hasta dolorosas.
Y en los 90 entonces, apareció o reapareció una “sensibilidad” comunista poco amigable a la idea de la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM), a la cual consideraba, a lo sumo, como un lapsus necesario en un momento histórico determinado, pero en ningún caso un complemento, una adquisición permanente en los lineamientos estratégicos de la política de los comunistas chilenos. Había que volver a un partido centenario y apegado a la democracia, aquel, podríamos decir, con una marcada impondrá republicana.
Cambios sí, por eso se lucha, pero todo ello en el marco de la democracia, con gobernabilidad, sin rupturas violentas, donde el voto y las mayorías electorales fuesen el corazón del camino y la movilización social, necesaria y justa, como un apoyo a la expresión popular en las urnas. Sin voto, no hay paraíso, pensaban aquellos comunistas.
Con la muerte de Gladys Marín, luego un breve momento a la cabeza por parte de Volodia y la continuidad de Sebastián (Guillermo Telliier) ex encargado militar del PC en dictadura, esta “sensibilidad” se terminó de abrir paso y tomó fuerza con nuevos dirigentes, que no fueron protagonistas en la lucha contra la dictadura.
A un destacado comunista le gustaba decir “cada día tiene su afán”, cada momento tiene ideas fuerzas a implementar, que, en un inicio, teóricamente no están en contra de otras ideas fuerzas, pero que las van desplazando y haciendo desaparecer en el tiempo.
Así, producto de varios factores, multifactorial en el leguaje academicista de hoy, los adherentes a la rebelión fueron desplazados por los “éxitos” de la nueva sensibilidad hegemónica pues los exjóvenes rebeldes, ahora viejos, obesos y analógicos, son solo historia anecdótica, algo para contarles a los nietos o incluso a los bisnietos.
La nueva “sensibilidad” puede exhibir logros importantes, crecimiento numérico, peso mediático, infraestructura que asegura la mantención de la orgánica y sus cuadros con un pasar más que aceptable, con aliados que antes humillaban y a los cuales ahora se le pasa la cuenta, sin dejar de ser aliados.
E incluso ser vitrina internacional de un reverdecer del comunismo, de la comunista más bella del mundo (Camila Vallejos) a la comunista, con pinta de dueña de casa, sencilla, que encabeza y será abanderada presidencial de una coalición de centroizquierda (Jeanette Jara).
Pero para estos evidentes logros, había que necesariamente alejarse de las ideas de la rebelión, que, con la revuelta del 2019, podrían haber vuelto con fuerza, pero ya no había correlación de fuerza en el partido para retomarlas en toda su potencialidad, ya el partido estaba domesticado, “bachelitizado”.
Ya los otrora cuadros militares, los miles que pasaron por Cuba, se encontraban sumergidos en el engranaje enajenante de la producción (en este caso descentralizada) neoliberal. Por una cuestión cronológica, pero también ideológica, Máximo Décimo Meridio, altivo y glorioso comandante de los ejércitos del norte, ya era simplemente Máximo Triglicéridos Meridio, comandante de los ejércitos de diabéticos e hipertensos.
La “sensibilidad comunista” hegemónica tiene triunfos que mostrar, la otra u otras sensibilidades no y eso en una época donde la imagen, el estatus, lo mediático y publicitario es los medular de la “política moderna”, pesa el doble o el triple. De cuadros ideológicos a influencers, de “homus sapiens” a “homus emoticon”, es la cadena evolutiva de estos tiempos.
El nunca bien ponderando Eugenio Tironi escribía al principio de los 90 que, con el plebiscito y el triunfo de no, el verdadero derrotado era el Frente y las políticas radicales, hoy, con el triunfo de Jara, sostiene que el verdadero derrotado es Carmona y la “vieja guardia”. Lo mismo ha dicho, más menos, otro personaje de la plaza, Pepe Auth.
Incluso otro personaje, un poco más afín al papel de “enfant terrible”, Alberto Mayol, desde una lógica “amigable”, ha dicho que lo que se valora de Jara es su capacidad de lograr acuerdos con sus adversarios.
El nuevo Partido Comunista, con la generación universitaria que lo dirige, la misma de Boric y Jackson , va más allá de la “sensibilidad” que hegemonizaba al PC de la UP, la de ahora es menos ideológica, es más pragmática y está más cerca del centro izquierda que de la izquierda.
Recientes aseveraciones de tibieza de Jara, claramente con interés electoral, serían difíciles de imaginar en las antiguas direcciones del Partido, las críticas a Cuba, Venezuela, Nicaragua por la supuesta falta de democracia o incluso de violación de los DD.HH. o por tener presos políticos de conciencia habrían sido inconcebibles.
De igual manera el desautorizar al secretario general (hoy presidente) del partido por querer llevar adelante cambios constitucionales en un gobierno hipotéticamente presidido por Jara, que en aras de la unidad suspenderá su militancia (descomunistarse), y como guinda de la torta, renegar de la revuelta del 2019, diciendo que el uso de la polera del “perro matapaco” fue “una tontera”. Claro, el momento actual no está para radicalidades, para provocaciones en lenguaje de estos nuevos dirigentes.
En un reciente anuncio manifestó que si es presidenta “fortalecerá”, “alargará la carrera”, “los recompensará económicamente” refiriéndose a carabineros, al tiempo que anticipa que su equipo económico probablemente será encabezado por gente del “socialismo democrático”.
El triunfo evidente del PC, que lo pone en la cima de las encuestas, tiene méritos y muchos, por el anticomunismo reinante en parte de la población, no olvidar que, en una encuesta de estos tiempos, un 27% de los entrevistados pensaban que vivían en un país socialista. Lo de Jara puede ser una victoria pírrica, pues convierte a la marca PC en un significante vacío, en un PC amigable, un PC descomunistizado, algo que incluso cuesta concebir.
Estaremos frente a una “Perostroika”, a una “Gorvachov chilena”, tan fulminante, pero pasajera, como un cometa. ¿Estaremos frente a una versión latinoamericanizada del otrora poderoso Partico Comunista italiano? Pude que sí, puede que no (ojalá), pero hay razones para pensar que lo vemos es un nuevo Partido Comunista, más cercano al centro que a la izquierda, reacio a las ideas de la rebelión popular e incluso de la revuelta social y de una ideología que busca la revolución anticapitalista.
¿Tienen cabida en este PC “frenteampliado” personajes como Daniel Jadue u otros un poco más radicales? La generación universitaria del 2011 ha encontrado otra forma de actuar y administrar de mejor manera el sistema neoliberal.
Un futuro de lucha entre “demócratas” y “republicanos” nos amenaza para las próximas décadas, los cambios geopolíticos mundiales pueden modificar radicalmente esta dinámica en el país y quizás la actual correlación de fuerzas al interior del propio PC, de toda la izquierda y el movimiento popular.
Quizás los afanes de los futuros años cambien de foco y muchos comunistas de base, que le hace ruido lo que pasa, apostaran a la máxima de Luis Corvalán Lepe: “más vale un partido equivocado, que un partido dividido”, por ahora disfrutan, por fin, de un importante triunfo, aunque sea pasajero.
El futuro es aterrador, pero está abierto. “Los caminos del señor son inescrutables” me decía Sergio Varas Torrijos, adherente a la Teología de la Liberación, ex capitán de Carabineros, expulsado de la institución en 1973 y que se sumó a la lucha armada contra la dictadura.
Julio 2025, desde el corazón del neoliberalismo.