Héctor Vega
Muchos pensaban antes de la elección que la derrota de José Antonio Kast, candidato de la ultra derecha, era el principal logro que podía esperarse de estas elecciones. De hecho su oponente, Gabriel Boric, en la batalla por lograr el centro dejaba más dudas que certezas, fue lo que sucedió, entre muchos otros, con el tema de las pensiones y la continuidad de las AFP, el alcance de la reforma tributaria y la decisión para desintegrar el sistema, el manejo de la deuda pública y el déficit fiscal (estructural), etcétera.
A no mediar un conocimiento profundo en los temas del debate, más allá del sentido común, la política y sus temas son complejos por las variables y los supuestos en juego en el mediano y largo plazo, que necesariamente los debates dejan en la oscuridad, otros quedan relegados a la letra chica de los planes y programas y a su interpretación.
Baste un ejemplo crucial y estructural en la recuperación de la economía, el royalty minero y las relaciones con las empresas mineras en época de precios al alza por sobre los 4 dólares por libra en el mercado mundial y su compatibilidad con la nacionalización de las empresas aún vigente desde la presidencia de Salvador Allende pero que la dictadura hábilmente neutralizó con la Ley Orgánica Constitucional de la Concesiones Mineras. Más allá de la autonomía del Banco Central donde hubo consenso en los debates, su rol en la reactivación de la economía, no quedó claro, sobre todo cuando sin el empleo como objetivo, la contención de la inflación no parece viable en el largo plazo.
Pues bien, nadie lo predijo pero la realidad está ahí, más de 4,6 millones de ciudadanos votaron por Gabriel Boric, casi un millón de votos de diferencia con su contendor de derecha, con una participación récord de casi 55% de electores del Padrón electoral, superando de esa manera el Plebiscito del Apruebo del 25 de octubre de 2020, no solo en número de electores, 7,5 millones, sino además en la participación de ciudadanos del Padrón electoral, superando en 4 puntos a la participación ciudadana en el plebiscito y en 11 puntos al candidato de la derecha.
Un presidente electo con tal representatividad abre la posibilidad de un nuevo ciclo político, con propuestas estructurales destinadas a despejar dudas e instalar certezas. ¿Podrá realizarlas con un parlamento empatado en el Senado y sin mayoría en la Cámara de diputados? Con una derecha reducida a 68 diputados, Boric necesita 78 para lograr la mayoría – recordemos que la Cámara está constituida por 155 miembros – lo que podría conseguir sumando a los 37 diputados del Frente Amplio, los 37 del Nuevo Pacto Social, a los que podrían agregarse 3 humanistas y 2 del partido ecologista verde es decir, 79 en total. Obtener estos 5 últimos es materia de acuerdos y negociación, por tanto algo que, al menos en el corto plazo, no está zanjado ni mucho menos.
En su primer discurso Boric señaló dos anuncios claves: los cambios se realizarán en la estabilidad de las instituciones democráticas y estos serán posible mediante acuerdos amplios lo que se obtendrá construyendo puentes con la oposición.
De allí se desprende el resto a saber, el respeto a los derechos humanos, crecimiento sin desigualdades, expansión de los derechos sociales, pensiones sin AFP, responsabilidad fiscal, nueva relación con los Pueblos Originarios, respeto a los acuerdos sobre el medio ambiente (COP 21 París 2015), salud sin discriminación, fortalecimiento de la educación pública, derecho al aprovisionamiento de agua, defensa del proceso constituyente, no a zonas de sacrificio y específicamente, no a Dominga, gobierno en consulta permanente con la ciudadanía, cooperación con el mundo empresarial. Hasta ahí los anuncios en el primer discurso, el resto se encuentra en el programa.
La contraparte de estos cambios liderados por una nueva generación de políticos está ciertamente en el Parlamento, al que se agrega un nuevo actor a saber la Convención Constituyente que ya el 4 de julio próximo deberá presentar una nueva Constitución para ser plebiscitada con la posibilidad cierta de alcanzar la misma mayoría del 19 de diciembre. Por esto, a los cambios anunciados por Boric, se suman aquellos ya en discusión en las Comisiones de la Convención. Queda aún el factor de las Comunas, donde junto a la revuelta del 18 de octubre, se creó un poder de debates e intercambios intercomunales aún vigente. Es al que hicimos referencia hace 2 años atrás cuando hablamos, en ausencia de iniciativas del poder central, del Plan B. Ambos, Convención Constitucional y poder comunal son factores, más allá de las elecciones, de movilización necesaria en este nuevo ciclo político.
Sin estos factores de cambio el discurso de Boric no tendrá ninguna posibilidad de enfrentar a enemigos poderosos que durante 30 años jugaron al transformismo político. Recordemos que durante 3 décadas se habló de transición a la democracia. Democracia que nunca llegó. ¿Cree alguien que bajo el nuevo escenario se pueda todavía, levantar la bandera de los acuerdos? Ante esta duda fundamental muchos optaron por votar nulo o blanco – 30 años de deshonestidad política son difíciles de borrar – sabiendo que al día siguiente estarían en la vereda de enfrente del gobierno que llegara.
Salvador Allende tuvo la honestidad de decir que su gobierno no era socialista. Habló de la transición al socialismo. Honestidad fundamental que muchos no entendieron. Me cuento entre ellos. Allende nunca fue mayoría dentro de su propio partido. En su legado desde La Moneda, habló de su Pueblo, pero en ningún momento de los partidos políticos que votaron por él. En sus cálculos pequeños, estos últimos, vieron lo que era tradicional en esa época, y lo es todavía, es decir cómo repartirse el animal. Han pasado los años y la figura de Allende es mundial y con el tiempo se agiganta. Por eso en tiempos de grandes decisiones se escucha aún la voz de ese hombre digno, que fue leal con su patria y que decidió pagar con su vida la lealtad del pueblo – es su palabra en su discurso de despedida.
Está aún allí presente la validación del mandato de Gabriel Boric por el Pueblo, esta vendrá cuando las declaraciones e intenciones se enfrenten a la realidad de los hechos.