El colapso de la experiencia humana en la Tierra se perfila inevitable

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 Eduardo Martínez de la Fe

(Tendencias21) A la amenaza que representa la acumulación de CO2 en la atmósfera terrestre, sin precedentes en la historia humana, se suma la constatación definitiva de que no tenemos suficientes recursos naturales para mantener el crecimiento económico que está acabando con la vida en la Tierra. ¿Colapso?

Un nuevo informe alerta de que nuestra civilización está abocada al colapso porque no tenemos suficientes recursos naturales para continuar con el modelo de civilización que soporta la existencia de la especie humana en la Tierra.

Cuando se publicó en 1972 Los límites del crecimiento, un estudio realizado por el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) a instancias del Club de Roma, pocos se tomaron en serio sus advertencias de que el planeta Tierra era finito y de que no podíamos pensar en una explotación interminable de sus recursos.

Un año después estalló la primera crisis del petróleo: los países de la OPEP decidieron no suministrar más hidrocarburo a las naciones que hubieran apoyado a Israel en la guerra árabe-israelí de 1973.

Aunque aquella guerra derivó en los acuerdos de paz de Camp David en 1978, el impacto global de aquellos episodios puso de manifiesto que el petróleo no era un recurso fácil y lo que pasaría si en algún momento llegara a escasear.

El resultado de aquel conflicto precipitó una escalada de los precios del petróleo y propició una recesión global en 1974 que puso fin al periodo de los treinta años gloriosos posteriores a la segunda guerra mundial.

La crisis de 1973 estuvo asimismo detrás de las recesiones de 1982 y de 1991 y sus efectos perduran hasta nuestros días porque el petróleo sigue siendo la columna vertebral del sistema global y también porque hay una gran incertidumbre sobre su futuro.

Secuelas de los límites

El informe «Los límites del crecimiento» también ha tenido sus secuelas porque gran parte de sus cálculos mantienen su vigencia casi 50 años después de su publicación.

El informe original planteaba con toda claridad que, si el incremento de la población mundial, de la industrialización, de la contaminación, de la producción de alimentos y de la explotación de los recursos naturales se mantenía invariable, nuestro planeta alcanzaría los límites absolutos de crecimiento en menos de un siglo.

El informe ha tenido tres actualizaciones posteriores (1992, 2004 y 2012) que ratificaron las primeras conclusiones y añadían algunos elementos todavía más preocupantes: en los años 90 ya estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades; en 2004 comprobamos que el modelo global es insostenible; y en 2012 aparece en la ecuación apocalíptica la huella ecológica que nos obliga a una transición ineludible.

Ecuación más compleja

Casi una década después de la última actualización de «Los límites del crecimiento», un nuevo informe al Club de Roma pone el broche de oro al peor escenario que estamos diseñando para la especie.

La nueva actualización concluye taxativamente que los crecientes costos de extracción de minerales debido a la contaminación, los desechos y el agotamiento de fuentes de bajo costo, provocarán el colapso de la civilización industrial en la que vivimos: previsiblemente ocurrirá en los años 40 del presente siglo.

Comparando los análisis de 1972 con nuevos datos empíricos, el informe concluye que no tenemos recursos suficientes para sostener la demanda de minerales que requiere nuestro modo de vida: en una década la máquina económica global que sostiene nuestra prosperidad empezará a pararse por falta de recursos.

Advierte, no obstante, que ese colpaso podría evitarse con avances tecnológicos y el aumento de las inversiones públicas, añadiendo que solo tenemos una década para cambiar las cosas.

La esperanza de la autora de esta actualización, Gaya Herrington, responsable de análisis de sistemas dinámicos y de sostenibilidad en KPMG en Estados Unidos, explicada a la revista Vice, radica en el «rápido aumento» en las prioridades ambientales, sociales y de buen gobierno que se están produciendo en el mundo, lo que en su opinión indica un cambio de pensamiento en los gobiernos y en las empresas.

La ecuación de la vida

Pero el Club de Roma ya no es el único en dar la alarma. Incluso podría decirse que su reflexión sigue siendo demasiado economicista, a la que le falta en gran medida el otro elemento clave de la ecuación del apocalipsis: la emergencia climática.

De hecho, la cuestión ambiental es analizada en el último informe únicamente desde el punto de vista de la contaminación y su impacto sobre el sistema socioeconómico.

En ese sentido, el informe parece congelado en el tiempo en la situación planetaria de los años setenta del siglo pasado, sin valorar adecuadamente el profundo cambio que se ha operado en el escenario global por la emergencia climática, que ha cambiado toda la ecuación del apocalipsis, tal como reconoce el mismo Club de Roma en su Plan de Emergencia Planetaria (2019).

Ante esta situación, otros colectivos de científicos vienen alertando desde 1992 con mucha más vehemencia en diferentes manifiestos, que el mayor problema que enfrentamos no es el de la escasez de recursos críticos (que tal vez pueda enderezarse), sino la amenaza que representa para la vida en el planeta la intervención humana, el modelo de civilización que hemos escogido, un desafío mucho más difícil de resolver.

Para la comunidad científica, la economía ha degenerado en una ideología: es la que está detrás del previsible colapso de la vida que ocasionará el calentamiento global, provocado por la acumulación de niveles de CO2 en la atmósfera, sin precedentes en la historia humana.

La amenaza del CO2

La última vez que hubo tanto CO2 en la atmósfera, hace 251 millones de años, la vida estuvo a punto de desaparecer en nuestro planeta, señalan los científicos españoles Eduardo Costas y Victorial López Rodas.

Añaden que cada año liberamos más CO2 que el anterior y que somos muy poco conscientes de la extraordinaria gravedad del problema. Los peores efectos ya son inevitables y la política sigue implantada en la estética, sentencian. Asumen que a la sociedad le resulta más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del modelo económico.

Los científicos se han movilizado en todo el mundo para sensibilizar a la sociedad sobre el verdadero problema que enfrentamos en la actualidad y están participando activamente en actividades sociales, divulgando conocimientos estratégicos y apoyando movimientos ciudadanos, como Extinction Rebellion, para detener la carrera hacia el abismo.

El Club de Roma, al que conozco bastante bien por haber colaborado con este grupo de científicos durante mucho tiempo, y por haber entrevistado a varios de sus presidentes como Aurelio Peccei, Alexander King o al español Ricardo Díaz Hochleitner, sigue haciendo informes brillantes y acertados. Pero está claro que no es suficiente.

Preparar el futuro, no anticiparlo

También me llama la atención el empeño en reivindicar que el informe de 1972 tenía razón y que los cálculos eran acertados, en contra de lo que algunos expertos consideraban erróneos.

Creo que es un gran error atribuir a los ejercicios prospectivos finalidades premonitorias, algo que escapa por completo a las disciplinas científicas.

Lo único que se pretende con el diseño de escenarios es imaginar posibles futuros para elegir el más conveniente y trabajar por conseguirlo. Pero está claro que ni siquiera en este aspecto ha sido comprendido el informe Los límites del crecimiento y sus sucesivas actualizaciones.

Referencia

Update to limits to growth: Comparing the World3 model with empirical data. Gaya Herrington. Yale Journal of Industrial Ecology, Volume25, Issue3, June 2021, Pages 614-626. DOI:https://doi.org/10.1111/jiec.13084

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