Jorge Galvez
La corrupción, montajes, robos, asaltos, asesinatos, torturas es pan de cada día hace años en la institución de carabineros. Entre los más mediáticos tenemos el robo ya de casi 30 mil millones de pesos, donde están involucrados decenas de uniformados, varios de ellos con altos grados institucionales, coroneles, generales, también la manipulación en la llamada “operación huracán” donde distorsionaron información para culpar a las comunidades mapuches de actos terroristas, y una centena ya de actos menos mediáticos donde carabineros están involucrados en asaltos, robos, drogas, ajuste de cuentas, violaciones, etc. conocidos son los casos de policías implicados en asaltos a farmacias, incluso en lanzazos en el Paseo Ahumada hace algunos años.
Pero hace algunas semanas también son dados de baja carabineros involucrados en asaltos en un servicentro en Viña, encontrándole además pastillas de éxtasis en el automóvil donde huían, otros tres funcionarios involucrados en un robo con violencia en Hualqui, la víctima fue un hombre de 31 años, a quien le sustrajeron su teléfono celular y dinero en efectivo, en buen chileno un vulgar “cogoteo”, a principios de año un montaje para robar armas de la propia institución, en el Retén Valle Hermoso, culpando a la “primera línea” de los hechos, o lo que hemos visto con asombro y terror, la tortura por parte de carabineros sobre un hombre de la tercera edad en plena calle, así suma y sigue.
Ahora si agregamos los cientos de mutilaciones, asesinatos, vejaciones a mujeres, torturas, etc. desde el 18 de octubre del 2019 inicio del “Estallido Social”, todos estos hechos constatados por organismo de derechos humanos internacionales, catalogándolos como crimines de lesa humanidad, deja al descubierto una institución que pareciera transmutarse para ejercer el crimen organizado.
Todas las medidas tomadas no dan cuenta de la profunda crisis que vive carabineros, ya no desde los últimos años solamente, sino ya hace muchas décadas, una institución que fue la carne de cañón de la represión durante la dictadura, y que con la llegada de los gobiernos civiles no tuvo grandes modificaciones. Continuaron agentes involucrados en la represión dictatorial en la institución en la década de los 90, y lo que es peor continuó la lógica represiva a los sectores sociales movilizados, con un claro concepto heredado de la política de seguridad nacional, el “enemigo interno”.
No, no son hechos aislados, ni sólo de responsabilidad de los funcionarios que la ejercen, sino la propia estructura institucional, política, organizacional genera y permite actos que atentan contra las voluntades de las mayorías, los visualizan como enemigos internos, que hay que reprimir incluso destruir físicamente.
El problema no es únicamente que la policía chilena sea una institución militarizada, que ya es grave, o que esté formada en el marco de la Doctrina de la Seguridad Nacional, legitimando la violación sistemática de los derechos humanos. Como sabemos las tácticas anti subversivas y antiterroristas, de estas instituciones no escatiman en ocultar información para impedir una real investigación en los hechos, pero lo que calla el gobierno, carabineros y la prensa oficial, que la labor de ocultamiento de las acciones sucias es parte de adiestramiento en las tácticas “antiterroristas”, posibilitando de esta manera, los atropellos a los derechos humanos, “necesarios” para estabilizar el modelo político, social y económico en la zona, o simplemente llamados “daños colaterales” inevitables. Estos aspectos además se han combinado con una degradación interna humana y moral de los individuos, donde la corrupción es un acto legitimado desde las propias prácticas de las altas jefaturas, todas cuestionadas en los últimos años.
Para terminar la crisis de esta institución no basta con casi el descabezamiento del alto mando que realizó Piñera hace varios meses, pues el tema de fondo no es de carabineros corruptos, sino de una institucionalidad que es funcional a la corruptela estructural del modelo.
Para que funcione en sus fines políticos, económicos y sociales el patrón de acumulación neoliberal necesita de casos como Penta, Soquimich, necesita de la relación incestuosa de la política con el gran empresariado, sin ellos no es posible aumentar la cuota de ganancia del capital. Todo esto tiene su correlato en todas las instituciones del país, pues todas son funcionales a este propósito sistémico y por supuesto también carabineros.
La actual estructura de dominación, ya no se sostiene por una hegemonía cultural, el sentido común no solamente está en disputa, sino que prevalece una nueva cultura, que está configurando a un nuevo sujeto político, social de masas, ante esta realidad a los de “arriba” les queda sólo la represión directa y brutal.
Dentro de todas las instituciones, incluso aquellas completamente alienadas y funcionales, están permeada por la lucha de clases, en ellas inicialmente hay sectores minoritarios que anidan una nueva ética, una nueva moral, una nueva perspectiva histórica, en momentos de crisis profunda, emanan como caminos viables de superación dialéctica, es decir de negación y superación.
Por eso en el seno de las instituciones como un murmullo también se expresa esa lucha entre “lo nuevo que no acaba de nacer y lo viejo que no termina de morir”. La respuesta estará en esa reserva moral de quienes en algún momento recojan su sentido patriótico y soberanista, se pongan en marcha en sus conciencias, decidiendo caminar junto al Pueblo y su nueva institucionalidad, prefigurada desde la Asamblea Constituyente.