por Sergio Rodríguez Gelfenstein
Para Carlos Jiles Vázquez “Popeye”, compañero entrañable, amigo eterno, hermano siempre, que se fue para estar siempre presente. Si alguna vez un escultor quiere hacer una estatua a la amistad y a la lealtad, tendrá que buscar al Pope como modelo inigualable.
El domingo pasado regresé de Moscú. Mi viaje anterior a esa ciudad fue hace 39 años. De hecho, todavía existía la Unión Soviética. Después de eso, no había regresado. Hacerlo era un deseo muy íntimo y soñado.
En esta ocasión viajé invitado por la “Agencia Federal rusa encargada de la cooperación internacional humanitaria, los asuntos de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y el apoyo a los compatriotas en el extranjero” (Rossotrudnichestvo) por su nombre en ruso) gracias a la propuesta de la Embajada de Rusia en Venezuela y del propio embajador Sergio Mélik-Bagdasárov a quienes agradezco por la distinción. En el evento participaron alrededor de 600 personas de más de 60 países
Rossotrudnichestvo es una institución que se encarga de fortalecer la influencia humanitaria de Rusia en el mundo y promover la cultura, la educación, el deporte y la ciencia rusa, en otras palabras, su misión es acercar a Rusia a los pueblos de todo el mundo y hacer que estos conozcan la vida, la cultura, la historia, el idioma y las costumbres del país más extenso del planeta. Ahora, se organizó un evento para conmemorar el primer centenario de la fundación de lo que en Rusia se denomina “diplomacia popular”.
El evento me condujo a una vieja discusión acerca de los errores que se cometen por no diferenciar los conceptos de política exterior y relaciones internacionales que se usan indistintamente como si fueran lo mismo. Hay misiones específicas para la política exterior que son responsabilidad de los Estados a fin de realizar distintas labores fuera de sus fronteras. Bajo la conducción del Jefe de Estado y la ejecución de las cancillerías, las Constituciones políticas de cada país establecen con precisión cuáles son esas funciones de lo que se llama diplomacia. Pero, más allá de esto, hay una vasta gama de asuntos que no pasan por las cancillerías -aunque se relacionan con ellas- y que dicen relación a las actividades internacionales de actores no gubernamentales que involucran básicamente a los pueblos y sus organizaciones.
El poder soviético lo entendió muy pronto y en fecha tan temprana como el año 1925, creó esta agencia que ha evolucionado, se ha modificado y modernizado en el tiempo y que hoy, ha cumplido un siglo de existencia. En 2008 se transformó en una agencia federal que realiza sus actividades a través de representaciones propias o formando parte de las embajadas de Rusia. En total administra 52 centros de ciencia y cultura y 26 representaciones.
Contrario a lo que se puede suponer, el ambiente de la capital rusa, sus amplias calles y avenidas, sus hermosos parques y plazas, el comercio y el transporte, fluyen con total normalidad. En Moscú se respira vitalidad, estabilidad, tranquilidad y progreso. La Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania está presente en el sentimiento de los ciudadanos que siguen con atención los pormenores del conflicto pero que no afecta -por lo menos en la capital- la cotidianidad de la vida.
Las calles de la ciudad estaban rebosantes de ciudadanos que caminaban con rapidez para evitar la pertinaz lluvia y el frío de otoño que rondaba entre los 5 y los 6°. Los rusos me decían que era mejor el invierno cuando nieva porque el frío es más soportable. Pero para mí, viniendo del Caribe, las bajas temperaturas eran casi insoportables.
Los rusos son alegres, muy orgullosos de su historia, su cultura y sus tradiciones. A diferencia de los hispanoamericanos a quienes nos enseñaron que España era la “madre patria”, para ellos la “madrecita Rusia” significa todo. Por suerte en Venezuela, de la mano y la acción del Comandante Chávez estamos cambiando esa horrible percepción. Una de las cosas que más ha fortalecido nuestra identidad en los últimos años es la convicción de que como dijo el Comandante en su última alocución al pueblo ahora tiene Patria.
En los días libres recorrí emblemáticos lugares de la ciudad. Como parte del evento visitamos el Museo de la Gran Guerra Patriótica, inaugurado en 1995 en conmemoración del 50 aniversario de la gesta de los pueblos de la Unión Soviética teniendo como objetivo salvaguardar la memoria y señalar para las nuevas generaciones el esfuerzo inconmensurable del pueblo para derrotar al fascismo y al nazismo.
Así mismo, asistimos a una gala cultural en el Teatro Bolshoi en la que Yevgeny Primakov, director de Rossotrudnichestvo entregó reconocimientos a personas y organizaciones que en todo el mundo se destacan por hacer un esfuerzo superior para el mantenimiento de los vínculos amistosos con Rusia. Así mismo, fueron distinguidos varios trabajadores de la agencia en Rusia y otros países.
Estuve -por supuesto- en la Plaza Roja, una de sus partes está en reparación, el mausoleo a Lenin aún existe pero está cerrado, parece que transitoriamente mientras se terminan los arreglos de la Plaza. Estar ahí, en el entorno del Kremlin y su muralla, la catedral de San Basilio y el Museo Estatal de Historia me transportó a viejos tiempos vividos. Caminé por la calle Arbat hasta encontrar el hotel del mismo nombre donde me alojaba hace cuarenta años. Me permitieron entrar y recrear añejos momentos de encuentros y reuniones que se proponían coadyuvar en la lucha contra la dictadura de Pinochet.
Seguí a mi compañero de viaje, el periodista Rubén Darío Gutiérrez hasta una atestada librería en la calle Tverskaya (antes Gorki) donde decenas de personas revisaban y adquirían libros de todo tipo. En Moscú, hay mucha gente (sobre todo jóvenes) mirando su celular como en todo el mundo, pero también hay muchas personas que conservan el buen habito de leer libros en bares, plazas o en el metro. También acompañé a Rubén a un foro realizado en la sala rectoral de la “Universidad Rusa de Amistad con los Pueblos Patricio Lumumba” donde fuimos recibidos por las más altas autoridades de esa prestigiosa y reconocida institución donde Rubén expuso acerca de la experiencia venezolana en las casas de amistad con Rusia. Para Rubén significó un regreso a su Alma Mater.
Sabiendo que se han implementado centenares de medidas coercitivas unilaterales de Occidente contra Rusia, quise visitar supermercados y centros comerciales. No dudo que las llamadas sanciones existan, pero no se nota. El abastecimiento de los mercados es total y pareciera que las grandes empresas automovilísticas, de ropas y perfumes y otras mercancías que son emblema del consumo de Occidente, no se han enterado de las dichas sanciones, casi todas tienen presencia en Moscú y algunas que se marcharon fueron rápidamente sustituidas. Por ejemplo, McDonald’s ahora se llama Vkusno y Toshka (Sabroso y punto) y Starbucks es conocida como Star Café. Visité ambas y encontré una gran afluencia de consumidores en las dos.
En otra jornada, sostuve una larga y provechosa reunión de casi tres horas con el Dr. Dmitry Rozental, Director del Instituto de América Latina perteneciente a la Academia de Ciencias de Rusia. El Dr. Rozental hizo la defensa de su título de doctor exponiendo una tesis sobre la Política Exterior de Venezuela, así que es un amplio y profundo conocedor de la realidad de nuestro país y en especial de su política exterior. Hicimos un dilatado recorrido por la región, deteniéndonos en aquellos aspectos que eran del particular interés del Dr. Rozental, pero -debo decirlo- su mayor atención en este momento, estaba puesta en la situación actual de Venezuela, las características de su lucha y su resistencia y las perspectivas de futuro. Así mismo, hablamos de la amistad, la solidaridad y la cooperación entre nuestros dos países.
Finalmente, en Moscú atendí entrevistas para las agencias de noticias TASS con los periodistas Anastasya Buzúnova y Antón Vilchinski y Sputnik con el experimentado reportero especializado en estudios iberoamericanos Víctor Ternovsky. Los días pasaron muy rápidamente y fueron muy provechosos pero debo decir con preocupación que pude percibir que América Latina no está en el interés primordial de Rusia si lo relacionamos con las otras regiones del planeta. Es natural que así sea, toda vez que las oligarquías latinoamericanas en alianza con Washington han establecido la idea de Rusia como un enemigo con el que no hay que relacionarse salvo para las formalidades. Tal situación ocurre no solo en Rusia. Finalmente somos el continente más atrasado del planeta en materia política y mucho más, si se habla de integración y lo comparamos con África, Asia e incluso con la misma Europa.
En la inauguración del evento al que asistí en sesión plenaria, participaron como ponentes tres rusos, dos africanos, dos asiáticos y dos europeos ninguno de América Latina y el Caribe. Posteriormente hubo debates temáticos y tampoco hubo latinoamericano alguno, aunque hay que decir que se priorizaban las ponencias de participantes rusos. Estaba anunciado el piloto cosmonauta Arnaldo Tamayo Méndez, Héroe de Cuba y de la Unión Soviética quien estaba en el evento pero no supe si hizo alguna exposición. Yo recorrí todas las salas y no lo vi a pesar que estaba en el lugar.
Cuando se entregaron las decenas de reconocimientos en el Bolshoi, solo uno fue para América Latina y el Caribe: un compañero nicaragüense. Me cuesta creer que solo una persona se ha destacado en toda la región en el fomento a la amistad con Rusia ¿ningún cubano? ¿ ningún venezolano? Es algo que no dejó de extrañarme. Lo consulté a algunas personas vinculadas al asunto y las respuestas que me dieron, no me satisficieron y no las comparto. Evidentemente hay mucho trabajo que hacer en este ámbito de parte y parte.
Debo decir sin embargo que el aprecio por Venezuela y por el presidente Maduro se podía percibir en todos los lugares y en todas las instancias donde tuve presencia desde el momento en que los interlocutores nos preguntaban de dónde éramos y nos reconocían como venezolanos. Los rusos están muy bien informados y siguen día a día -creo que con conocimiento, pero también con pasión- lo que está ocurriendo en Venezuela y están preocupados por la suerte de nuestro pueblo.
En definitiva, siete días que pasaron volando y que reafirmaron mi profundo respeto y admiración por el pueblo ruso, por su esfuerzo para salvar a la humanidad del fascismo y el nazismo al costo de 27 millones de sus mejores hijos y por lo que están haciendo ahora para evitar que esa misma plaga vuelva a levantar cabeza y se expanda como un virus por el mundo, de manera más peligrosa aún porque esta vez cuenta con el apoyo de Estados Unidos y la Europa que los combatió durante el siglo pasado entregando también millones de vidas en ese cometido.
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[1] Del poema “Las Callejas de Moscú” de Sergey Yesenin.











