Por Félix Madariaga (periodista)
El próximo 6 de agosto se realizará en Chile un homenaje a las víctimas de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki en el museo de la Memoria y los Derechos Humanos, actividad organizada por los dueños de casa y la embajada de Japón, llamado muy significativamente “Acto de Memoria y Paz”, la que se suma a una serie de actividades organizadas en todo el mundo en conmemoración de la despiadada y cobarde masacre contra la población civil en 1945.
Este 2025 también se cumplieron los 80 años de la “Gran Guerra Patria”, que liberó a Europa y el mundo del Nazismo, abrió las puertas de los campos de concentración en Polonia, rescatando a más de 6.000 prisioneros de Auschwitz, Birkenau y Monowitz, en su mayoría enfermos y moribundos, pero volviendo al tema, no debemos y no podemos olvidar nunca estas fechas – sin importar cuantos años hayan pasado – el 6 y el 9 de agosto de 1945, cuando Estados Unidos – sin necesidad ni remordimiento – lanzó toda su fuerza nuclear contra un debilitado Japón, causando una masacre de proporciones entre la población civil. Se calcula que, entre 150.000 y 250.000 personas, en su mayoría civiles, murieron a causa de las bombas, número que se elevó a lo largo del tiempo debido a la radiación. Sin lugar a dudas 1945 fue uno de los años más desastrosos para la humanidad.
La actitud “negacionista” y “maquiavélica” del imperio del norte es abierta, clara y desvergonzada, protegidos por una histórica impunidad que les ha permitido actuar sin mayores consecuencias a lo largo del planeta. Esa ha sido su historia pasada y quién nos podría asegurar que no será así en el futuro; hoy presionan a países a alinearse con sus políticas – internas y externas – amenazados por el alza de aranceles comerciales. Ejemplos de su actitud prepotente sobran, la bomba atómica que lanzaron sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en Japón en 1945, las devastadoras acciones contra el pueblo de Vietnam, los años 60 y 70 en América Latina, instalando dictaduras militares que dejaron una huella de horror que jamás se olvidará, y sus incursiones en Afganistán, Irak, Siria, Somalia, Libia – entre muchas otras – en nombre de una “libertad y democracia” de la que se han declarado unilateralmente los defensores universales.
Fue y será un genocidio
El genocidio tiene dos elementos principales: son actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal; han de cometerse al menos uno de los cinco actos específicos para que tenga lugar la destrucción del grupo: la matanza de miembros del grupo, la lesión grave a su integridad física o mental, el sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que acarrean su destrucción física, total o parcial, las medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo, o el traslado por la fuerza de niños y niñas de un grupo a otro grupo (Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio de Naciones Unidas).
Aún hoy hay algunos que intentan imponer posiciones que buscan relativizar el horror, utilizando variados argumentos para negar que fue un genocidio, una de las principales defensas del lanzamiento de la bomba nuclear, es que fue una medida necesaria para poner fin a la guerra y evitar una invasión masiva que le habría costado la vida a miles de soldados norteamericanos.
Para nosotros sí fue un genocidio, sí hubo una clara intención de causar el mayor daño posible a la población japonesa, causando la muerte de cientos de miles de civiles, muchos de ellos mujeres y niños, ocasionando sufrimientos innecesarios que se prolongaron por décadas.
Estados Unidos ha desafiado abiertamente al mundo con el uso de armas nucleares. No podemos olvidar que en Hiroshima vivían cerca de 350 mil personas ese fatídico 6 de agosto. Los registros de ese año estiman que la bomba mató unas 140 mil personas. Tres días después, lanzó otra bomba atómica sobre Nagasaki, el 9 de agosto de 1945, matando instantáneamente a más de 75.000 personas. Japón se rindió seis días después, el 15 de agosto. Militarmente el ataque fue innecesario, Japón ya estaba vencido, acorralado y sin recursos, y era sólo cuestión de tiempo para que se rindiera. Si así lo hubiesen querido los norteamericanos, se habría podido evitar la muerte de miles de inocentes.
El negacionismo de Estados Unidos es un fenómeno que golpea la memoria de las víctimas. Nunca han pedido perdón, nunca se han hecho responsables por la destrucción de ciudades completas, por las consecuencias económicas de esa destrucción, por los miles de muertos, huérfanos y desplazados. Por los países que de rodillas y sin recursos deben buscar la forma de ponerse de pie. Recordemos la carta del ex presidente Harry Truman, 11 de agosto de 1945. Después del primer bombardeo lo defiende como “el único idioma” que una “bestia” puede entender. Sin duda un cobarde, así pasó a la historia, como los creadores de la bomba, escondidos tras el proyecto Manhattan.
¿Y entonces qué podemos esperar?, ¿seguiremos viviendo a merced de sus estrategias y decisiones?, ¿seguiremos viviendo con miedo a volvernos uno de sus objetivos? Para aquellos que les gusta ver el vaso medio lleno, podrán esperar que la diplomacia y las organizaciones internacionales, finalmente se pongan los pantalones largos y tomen acciones que detengan la prepotencia e impunidad con la que actúa el imperialismo; para quienes vemos el vaso medio vacío, sólo podemos esperar que surja y se fortalezca – desde abajo – la organización de los pueblos, se generen instancias autónomas de justicia capaces de perseguir los crímenes de lesa humanidad. Estamos lejos de ese objetivo, pero no vencidos. Hiroshima y Nagasaki ¡Nunca Más!
Fuentes:
https://www.shapell.org/manuscript/truman-defends-use-of-atomic-bomb-against-japan