Por Pepe Escobar
Emmanuel Todd, historiador, sociólogo y analista político, es una especie en extinción: uno de los pocos exponentes que quedan de los intelectuales franceses de la vieja escuela, heredero de aquellos que, como Braudel, Sartre, Deleuze y Foucault, deslumbraron a las sucesivas generaciones jóvenes de la Guerra Fría, desde Occidente hasta Oriente.
La primera pepita de oro de su último libro, La Défaite de L’Occident (La derrota de Occidente) es el pequeño milagro que ha sido publicado recientemente en Francia, justo en el ámbito de la OTAN: una granada de mano de libro, de un pensador independiente, basada en hechos y datos verificados, que hace saltar por los aires todo el edificio de rusofobia erigido en torno a la agresión del zar Putin.
Al menos algunos sectores de los medios corporativos estrictamente controlados por la oligarquía en Francia simplemente no pudieron ignorar a Todd esta vez por varias razones. Sobre todo porque fue el primer intelectual occidental que, ya en 1976, predijo la caída de la URSS en su libro La Chute Finale (La caída final), con sus investigaciones basadas en las tasas de mortalidad infantil soviética.
Otra razón clave fue su libro de 2002 Apres L’Empire (Después del Imperio), una especie de anticipo de la Decadencia y Caída del Imperio publicado unos meses antes del Shock & Awe en Irak.
Ahora Todd, en lo que ha definido como su último libro, se permite ir por todas y describir meticulosamente la derrota no solo de EEUU sino de Occidente en su conjunto, con su investigación centrada en la guerra de Ucrania y sus alrededores.
Teniendo en cuenta el ambiente tóxico de la OTAN, donde reinan la rusofobia y la cultura de la cancelación, y toda desviación es punible, Todd tuvo mucho cuidado de no enmarcar el proceso actual como una victoria rusa en Ucrania, aunque eso está implícito en todo lo que describe, desde varios indicadores de paz social hasta la estabilidad general del “sistema Putin”, que es “producto de la historia de Rusia, y no obra de un solo hombre”.
El autor se centra más bien en las razones clave que han llevado a Occidente a la ruina. Entre ellas:
el fin del Estado-nación;
la desindustrialización (que explica el déficit de la OTAN en la producción de armas para Ucrania);
el “grado cero” de la matriz religiosa de Occidente, el protestantismo;
el fuerte aumento de las tasas de mortalidad en EEUU (mucho más altas que en Rusia), junto con los suicidios y homicidios;
y la supremacía de un nihilismo imperial expresado en la obsesión por las Guerras para Siempre.
El colapso del protestantismo
Todd analiza metódicamente, en secuencia, Rusia, Ucrania, Europa del Este, Alemania, Reino Unido, Escandinavia y, por último, El Imperio. Centrémonos en lo que serían los 12 Grandes Éxitos de su notable ejercicio.
1. Al comienzo de la operación militar especial en febrero de 2022, el PIB combinado de Rusia y Bielorrusia era solo el 3,3% del combinado de Occidente (en este caso de la esfera de la OTAN sumado a Japón y Corea del Sur). Todd se asombra de cómo este 3,3%, capaz de producir más armas que todo el coloso occidental, no solo está ganando la guerra, sino reduciendo a escombros las nociones dominantes de la “economía política neoliberal” (tasas de PIB).
2. La “soledad ideológica” y el “narcisismo ideológico” de Occidente, incapaz de comprender, entre otras cosas, cómo “todo el mundo musulmán parece considerar a Rusia como un socio y no como un adversario”.
3. Todd rechaza la noción de “Estados weberianos“, evocando una deliciosa compatibilidad de visión entre Putin y el practicante de la realpolitik estadounidense John Mearsheimer. Como se ven obligados a sobrevivir en un entorno en el que solo importan las relaciones de poder, los Estados actúan ahora como “agentes hobbesianos“. Y eso nos lleva a la noción rusa de Estado-nación, centrada en la “soberanía”: la capacidad de un Estado para definir de forma independiente su política interior y exterior, sin injerencia extranjera alguna.
4. La implosión, paso a paso, de la cultura WASP [el grupo de blancos anglosajones y protestantes de clase alta], que condujo, “desde los años 60”, a “un imperio privado de centro y de proyecto, un organismo esencialmente militar dirigido por un grupo sin cultura (en el sentido antropológico)”. Así define Todd a los neoconservadores estadounidenses.
5. EEUU como entidad “post-imperial”: solo una cáscara de maquinaria militar privada de una cultura impulsada por la inteligencia, que conduce a una “acentuada expansión militar en una fase de contracción masiva de su base industrial”. Como subraya Todd, “la guerra moderna sin industria es un oxímoron”.
6. La trampa demográfica: Todd muestra cómo los estrategas de Washington “olvidaron que un Estado cuya población goza de un alto nivel educativo y tecnológico, aunque esté disminuyendo, no pierde su poder militar”. Ese es exactamente el caso de Rusia durante los años de Putin.
7. Aquí llegamos al punto crucial de la argumentación de Todd: su reinterpretación post-Max Weber de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, publicada hace poco más de un siglo, en 1904-1905: “Si el protestantismo fue la matriz de la ascensión de Occidente, su muerte, hoy, es la causa de la desintegración y la derrota”.
Todd define claramente cómo la Revolución Gloriosa inglesa de 1688, la Declaración de Independencia estadounidense de 1776 y la Revolución Francesa de 1789 fueron los verdaderos pilares del Occidente liberal. En consecuencia, un Occidente ampliado no es históricamente “liberal”, porque también diseñó “el fascismo italiano, el nazismo alemán y el militarismo japonés“.
En pocas palabras, Todd muestra cómo el protestantismo impuso la alfabetización universal a las poblaciones que controlaba, “porque todos los fieles deben acceder directamente a las Sagradas Escrituras. Una población alfabetizada es capaz de desarrollo económico y tecnológico. La religión protestante modeló, por accidente, una mano de obra superior y eficiente”. Y es en este sentido que Alemania estuvo “en el corazón del desarrollo occidental”, aunque la Revolución Industrial tuviera lugar en Inglaterra.
La formulación clave de Todd es indiscutible: “El factor crucial de la ascensión de Occidente fue el apego del protestantismo a la alfabetización”.
Además, el protestantismo, subraya Todd, está dos veces en el corazón de la historia de Occidente: a través del impulso educativo y económico, con el miedo a la condenación y la necesidad de sentirse elegido por Dios engendrando una ética del trabajo y una moral fuerte y colectiva, y a través de la idea de que los hombres son desiguales (recuerden la Carga del Hombre Blanco).
El colapso del protestantismo no podía sino destruir la ética del trabajo en beneficio de la codicia de las masas: es decir, el neoliberalismo.
El transgenerismo y el culto de lo falso
8. La aguda crítica de Todd al espíritu de 1968 merecería un libro entero. Se refiere a “una de las grandes ilusiones de los años sesenta, entre la revolución sexual angloamericana y el mayo del 68 francés”, “creer que el individuo sería más grande si se liberaba de lo colectivo”. Eso condujo a una debacle inevitable: “Ahora que estamos libres, en masa, de creencias metafísicas, fundacionales y derivadas, comunistas, socialistas o nacionalistas, vivimos la experiencia del vacío”. Y así es como nos convertimos en “una multitud de enanos miméticos que no se atreven a pensar por sí mismos, sino que se revelan tan capaces de intolerancia como los creyentes de la antigüedad”.
9. El breve análisis de Todd sobre el significado más profundo del transgenerismo destroza por completo a la Iglesia del Woke —literalmente “despierto”, significado: alerta a la injusticia en la sociedad, especialmente al racismo—, desde Nueva York hasta la esfera de la UE, y provocará ataques de rabia en serie. Muestra cómo el transgenerismo es “una de las banderas de este nihilismo que ahora define a Occidente, este impulso por destruir, no solo las cosas y a los humanos, sino la realidad”.
Y hay un bono analítico añadido: “La ideología transgénero dice que un hombre puede convertirse en mujer, y una mujer puede convertirse en hombre. Se trata de una afirmación falsa y, en este sentido, cercana al corazón teórico del nihilismo occidental”. La cosa empeora cuando se trata de las ramificaciones geopolíticas. Todd establece una juguetona conexión mental y social entre este culto a lo falso y el tambaleante comportamiento del hegemón en las relaciones internacionales. Ejemplo: el querido acuerdo nuclear iraní con Obama se convierte en un duro régimen de sanciones con Trump.
“La política exterior estadounidense es, a su manera, de género fluido”, escribe Todd.
10. El “suicidio asistido” de Europa. Todd nos recuerda cómo Europa al principio era la pareja franco-alemana. Luego, tras la crisis financiera de 2007-2008, aquello se convirtió en “un matrimonio patriarcal, con Alemania como esposo dominante que ya no escucha a su compañero”. La UE abandonó cualquier pretensión de defender los intereses de Europa, aislándose de la energía y el comercio con su socio Rusia y sancionándose a sí misma. Todd identifica, correctamente, el eje París-Berlín sustituido por el eje Londres-Varsovia-Kiev: ese fue “el fin de Europa como actor geopolítico autónomo”. Y eso ocurrió solo 20 años después de la oposición conjunta de Francia-Alemania a la guerra neoconservadora contra Irak.
11. Todd define correctamente la OTAN sumergiéndose en “su inconsciente”: “Observamos que su mecanismo militar, ideológico y psicológico no existe para proteger a Europa Occidental, sino para controlarla“.
12. Al igual que varios analistas en Rusia, China, Irán y entre los independientes de Europa, Todd está seguro de que la obsesión de EEUU desde los años 90 por aislar a Alemania de Rusia conducirá al fracaso: “Tarde o temprano, colaborarán, ya que “sus especializaciones económicas los definen como complementarios”. La derrota en Ucrania abrirá el camino, ya que una “fuerza gravitatoria” seduce recíprocamente a Alemania y Rusia.
Antes de eso, y a diferencia de prácticamente todos los analistas occidentales de la corriente principal de la OTAN, Todd entiende que Moscú está dispuesto a ganar contra toda la OTAN, no solo contra Ucrania, beneficiándose de una ventana de oportunidad identificada por Putin a principios de 2022. Todd apuesta por una ventana de 5 años, es decir, un final de partida para 2027.
Cualquiera que sea la fecha límite, todo esto lleva implícita una victoria total de Rusia, con el vencedor dictando todos los términos. Sin negociaciones, sin alto el fuego, sin conflicto congelado, como el hegemón ahora trata de darle un giro.
Davos escenifica el triunfo de Occidente
El amplio mérito de Todd, tan evidente en el libro, es utilizar la historia y la antropología para mostrar la falsa conciencia de la sociedad occidental. Y así es como, centrándose por ejemplo en el estudio de estructuras familiares muy concretas en Europa, consigue explicar la realidad de un modo que escapa totalmente al lavado de cerebro colectivo de las masas occidentales que persisten bajo el turbo-neoliberalismo.
No hace falta decir que el libro de Todd, basado en la realidad, no será un éxito entre las élites de Davos. Lo que está ocurriendo actualmente en Davos es muy ilustrativo. Todo salió a la luz.
Desde todos los sospechosos habituales, la Medusa tóxica de la UE, von der Leyen; el belicista de la OTAN, Stoltenberg; BlackRock, JP Morgan y otros mandamases que se dan la mano con su juguete de Kiev, demuestran un mensaje monolítico del “Triunfo de Occidente”.
La guerra es la paz. Ucrania no está perdiendo y Rusia no está ganando. Si no estás de acuerdo con nosotros, en cualquier cosa, serás censurado por “incitación al odio”. Queremos el nuevo orden mundial, piensen lo que piensen ustedes, humildes campesinos, y lo queremos ahora.
Y si todo falla, una enfermedad X prefabricada vendrá por ti.